viernes, febrero 29, 2008

Premio Nacional de Poesía Charles Bukowsky 2008











Senderos laterales de Villegas

En el auditorio cuatro del Palacio de Minería, en el marco de la XXIX Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, siendo las 15:00 hrs. Del 28 de febrero se presentó el Libro LOS SENDEROS LATERALES, del maestro Eduardo Villegas Guevara, presentaron Eduardo Cerecedo Pérez y Sergio García Díaz. La Lectura estuvo a cargo de Joel Paredes González. Edición del Instituto Mexiquense de Cultura/ Cofradía de coyotes. Entre los asistentes de la familia necense estuvieron Emiliano Pérez Cruz, Alberto Vargas Iturbe y un servidor, amén de distinguidas personalidades del mundo cultural de la ciudad de México y estados circunvecinos. Durante el evento se entregó un reconocimiento al autor de parte del municipio de Chalco Solidaridad.


jueves, febrero 28, 2008

Rolas, arte y café en Neza


Cafe bar Rockatitlan (Av. Adolfo López Mateos N° 480 col. Agua Azul), estamos promoviendo el arte y a los artistas de neza con la exposición del artista plástico Roberto Zaldívar que estará abierta durante 30 días. Trova jueves y domingo (además de rock en vivo viernes y sábado). Domingo 28 de febrero, trova con Francisco Conde. De 20:00 a 23:00 hrs.
Información enviada por Verónica Moreno, editora de Coyotearte.

jueves, febrero 07, 2008

Hotel, dulce hotel. Con el corazón en la toalla

Por Ricardo Medrano Torres

Los hoteles de paso en la ciudad de México son sitios de sano esparcimiento. Lo mismo se llega con la novia, la amante, o la esposa con quien se quiere echar el gato a retozar en memoria de mejores tiempos. Algunos son discretos, con pasillos de árboles frondosos sobre la acera, ocultan de las miradas indeseables a los furtivos amantes. Los de la Tabacalera, la Doctores, Centro, calzada de Tlalpan, Circunvalación... perpetúan sus nombres en ceniceros, carteras de cerillos, encendedores, vasos, botes para la Liconsa, sobres de pastillas para el mal aliento —auxiliar para el becho salivón—, jabones chiquitos, sobres de shampoo, gorras, toallas...
Fácil se entra y difícil se sale. Antes de penetrar al cinco letras, el corazón trepa hasta la garganta y con la mirada se certifica que ningún ojo callejero eche a perder la fiesta matutina, vespertina o nocturna.
Se rumora que los horarios de mayor visita a estos sitios sagrados se dan entre las 9 de la mañana y las doce del día, horas en que ciertas amas de casa, luego de dejar a los chamacos en la escuela, pueden darse una escapadita y practicar con el sancho aquello de “la hierba se movía”.
Otros le apuestan al pica y huye y aprovechan la menor oportunidad en horas de oficina para degustar “dos de lengua y uno de maciza” y ni quien se acuerde de la longaniza. Los más, se inventan comisiones laborales y disfrutan del fin de semana practicando el bonito deporte de “cazar al oso de felpa”.
Cuando una pareja se dirige a “la casa del hortelano” (hotel), la fémina en cita dibuja en su rostro la inquietud, se siente observada, perseguida, asediada por miles de ojos diminutos que amenazan con ir de chivas en case el marido, los padres, el novio oficial, como si ella no fuera dueña de sí misma.
Sucede diferente con el varón: triunfador, varonil, seguro, ansioso, cariñoso, apresurado, quiere ingresar lo más pronto posible. No le importa pedir una habitación, un cuarto o una recámara, el nombre es lo de menos. Él quiere comprobar que el hecho es real, que pudo seducir, convencer, atraer, demostrar.
Una vez a resguardo, revisa que las ventanas estén cerradas y la única puerta tenga puesto el cerrojo. Se asegura que el clóset no tenga dobles fondos. Se cerciora de la higiene del baño y se admira ante el espejo mientras se quita la camisa con pose de Jorge Rivero. Ella, tímida, se sienta en la orilla de la cama. Lo mira sin decir nada. Espera la zarpa del tigre. Él permanece en su pose contemplativa frente al espejo, parece decirle: “Mira lo que te vas a comer, mamacita”, mientras aprieta la barriga gruñona —no han comido, pero bien vale la pena invertirle al momento de sano esparcimiento de la hormona.
Ella tiene miedo al espejo, le pide a él que lo cubra con una sábana. No vaya a ser que luego ande circulando su video porno en los puestos del Eje Central, Tepito o los mercados sobre ruedas.
Total, ya encarrerado el ratón, el gato se desinfló. A darle duro y chabocho al fornisutra. Todas las esquinas de la cama son utilizables, también la alfombra, las sillas, el tocador, la taza del escusado, las paredes, la cabecera... Película pornosotros de por medio para confundir los gemidos, verdaderos o fingidos de ambas actrices: la de la pantalla y la de carne y hueso que se aplica como verdadera artista. Él sigue en su pose de dominador y se deja querer. No quiere que el “ciudadano” le falle a la hora de la hora, por eso de vez en vez prefiere pensar en otra cosa.
El exceso de concentración derramaría sus ansias y quedaría por los suelos su cacareo de aguantador. Termina el acto. No hay aplausos, sólo un silencio lacio. La tensión se ha ido a dormir con la ropa regada por el piso o sobre el respaldo de la silla. Cada quien se aplicó en lo suyo y aprovechó lo aprovechable en propio beneficio. Total, es un “Servicio a la comunidad” como los que se anuncian en un canal televisivo. Fuman un cigarro, si es que tienen ese hábito. Dicen que después de un buen taco, un buen tabaco. Se miran y permanecen callados, abrazados.
Extrañamente es ella quien se torna maternal, segura, serena. Su rostro se ilumina y acaricia el cabello de él, quien preocupado se levanta para ir al baño. Pasa frente al espejo sin voltear. Toda la testosterona yace en el látex que ofrendará al torrente del guáter. Van juntos a la regadera y con la mirada se preguntan “qué tal estuvo”, “te gustó”, “¿verdad que soy buenazo (a)?”. Ya no hay inhibiciones.
Cada quien, por turno, regala al otro una cascada de nervios contenidos. Juntos descubrieron que un bidet no es un bebedero para apagar la sed. Aprovechan para enjabonarse mutuamente sus cositas. Una vez terminada la sesión de higiene, vuelve otra vez, como un zumbido apenas perceptible, la angustia de volver a la calle y enfrentarse a la puerta del establecimiento, a quienes pasan por la acera y expresan con la mirada: “Miren, esos son los que acaban de salir del hotel”, “Seguro son amantes”, “Seguro es su secretaria y él es su jefe”, “Han de ser vecinos y se vienen a machucar la rata hasta por estos rumbos”... Se preparan en silencio para salir.
Apenas unos besitos de compromiso cuando se cruzan para recoger el calcetín o para rescatar el calzón perdido bajo la colcha. Cada quien levanta su disfraz y reconstruye su imagen pública. Una última revisión antes de enfrentarse al mundo nuevamente. Hay que encender el celular y verificar que nada comprometedor se haya olvidado: cartera, teléfono, bolsa... Hay que verificar que los calzones vayan en posición correcta y no con el Esnupi en la parte trasera.
A la hora de entregar la llave, ella se adelanta, quiere perderse de la vista del recepcionista. Él entrega el llavero con una sonrisa cómplice de “ya estuvo”. El tipo tras el mostrador tiene la expresión de “Vuelvan pronto. Aquí está su segunda casa”. Salen despacio. No se toman de las manos como cuando llegaron. Hay que aguzar los sentidos. Dan vuelta a la esquina y vuelven, cada quien, a su rutina.



miércoles, febrero 06, 2008

Con las ventanas abiertas

Por Ricardo Medrano Torres



Llegas como una princesa / ante su príncipe vago ardo en la luz de tu boca / oigo Rapsodia en azul juntos el uno en el otro con las ventanas abiertas. ¿Cómo serían las ciudades en otra vida?

José Cruz (Contraley)



El maldito celular suena que suena y yo ya no quiero contestar. A estas horas sólo a él se le ocurre marcar para saber cómo estoy. El güey ni siquiera tiene el valor para venir por mí. Bueno, y ni quién quiera verlo. Es la quinta cerveza, hoy terminamos el servicio social. Mi amiga Jovana está más contenta que de costumbre. Ha bebido de más, se le nota a leguas que ya anda peda. El Luis cree que empedándonos nos va a convencer a las dos: ha traspasado, más de dos kilómetros, la línea que lo convirtió en estúpido.
Cinco minutos para las diez de la noche llegan Raúl y Emilio, abrimos cancha en la mesa para que puedan sentarse. Pedimos cerveza para ellos. Pinche persignado: Raúl no quiere beber; mejor que se tome una o me va a caer en la punta. Después de hacerse del rogar un buen rato ya va en la tercera cerveza. Ya tiene las orejas coloradas y le aflora el coto. Siempre es bueno tener alguien desmadroso a la mano: me purgan los persignados y los hipócritas. En público se hacen tarugos: que mi mujercita, que mis hijitos, que mi mamacita, que mi hermana y que la manga del muerto. Que se los crea quien no sabe de eso.
Me dan ganas de ir al pipis-room. La vejiga amenaza el cierre de mi pantalón. Me llevo a Jovana. En el baño comentamos quién va con quién. A mí me da igual: total, en la noche todos los gatos son pardos.
Regresamos a la mesa y pedimos otra ronda. A estas alturas, todos andamos briagos, hasta el que no quería chupar. ¿Que no quería? Pues ora chúpele —le planto un besote marca llorarás en mi partida—. Me gusta que no se haga el inocencio y le entre chabocho al quicoreteo. Ya estufas: este güey me lleva a mi casa y de paso le doy una probadita. En la oficina no tiene mala fama: la que hasta hoy fue mi jefa de servicio social gustaba de soltar sopita acerca de él, le gustaba. Me lo voy a refinar, sirve que me llevo un recuerdito, dirían: un su-venir, jajaja.
La Jovana ya anda briaga. Ya empezó a platicar de su tío y que lo mataron y que la sangre... Cada que se pone briaga cuenta la misma historia. Los cuates ya le sacan la vuelta porque se pone loca y se echa a correr y le vale mamá el mundo hasta que un par de mamporros la aterrizan en la realidad.
Ya son las dos de la mañana. El celular dejó de sonar hace una hora. Que chingue a su madre el güey ese. Ni valor tuvo para venir por mí. Te dicen que te quieren mucho pero a la hora de la hora se hacen que la virgen les habla. Te cuidan peor que a su rabo, pero sirves para lo mismo: para que se sienten en tí. Que chi…
Va que va otro quicorete. El Luis y el Emilio ya le están fajando bajo la mesa a la Jovana mientras ella chilla y chilla. Qué poca.. ya ni porque la ven moquienta en pleno teatro del tío muerto le dan chance. Ella se lo buscó, qué carajos. Pido otra chela. Ahora es mi madre quien insiste por el teléfono:
—Si mami, ahorita voy para la casa. Me van a dar un aventón (me río por dentro). Nos vemos en una hora, a más tardar. Adiós.
Cómo tarda el mesero en traer la última chela y ya me anda por ir a mi-arbolito otra vez. La Jovana no quiere ir. A ver si no se mea por la lloradera y la emoción del cachondeo bajo la mesa. Un último quico antes vaciar la bolsa del agua. Pinches mesas, pegaditas-pegaditas, no dejan pasar a una cuando ya anda bien urgida. Baños ocupados y yo ya me-ando-me-ando. Logro hacer de la chis con el estruendo sabroso del chorro a presión, miro entre mis piernas y me digo: esto es llorar de verdad. Me río sola estruendosamente. A esta hora ya nadie se fija en los desfiguros de los demás. Somos borrachos cómplices.
Cuando estamos a punto de irnos: estos güeyes a pagar la cuenta y nosotras de hacernos las festejadas, la Jovana pega la carrera hacia la bodega del changarro. Nadie puede sacarla, sólo Emilio. Le avienta una terapia y la convence de no hacer más teatro jugando al ratón correteado. La neta es que se la quiere echar al plato. Luego de diez minutos de bla, bla, bla, la cuenta está pagada y vamos al carro de Raúl, a quien no suelto, pase lo que pase; es mi boleto de retache a casa. Le dije a mi madre que regresaría en una hora, y esa hora pasó hace dos. La Jovana le juega a la loca y pega otra carrera. Los del changarro nomás nos miran: parece que dicen "Pinches pirados, se van a chingar a las niñitas". Nadie dice nada. Con un par de cachetadas se compone la Jovana. Se manchó el Emilio, pero qué le vamos a hacer, se las ganó la loca ésa.
Una hora más de camino hacia la casa de la Jovana. Anda bien feliz por la briaga y bien madreada y nos mienta la madre cada que le preguntamos hacia dónde ir. Raúl ya se encabritó y quiere dejarla a las dos de la mañana en plena avenida. Luis, nada tarugo, se apunta a acompañarla en su pedés. Bien solidario el güey. Es obvio que le quiere tronar el ejote. Luego de un rato de andar dando vueltas, mediante un par de apretones entre pierna y pierna, convenzo a Raúl de que busquemos su casa —medio recuerdo la ubicación—. La verdad, no me gustaría que me dejaran tirada en plena calle, y menos estando briaga. Media hora más tarde lo logramos: tres calles adelante, vuelta a la izquierda, a media cuadra está la casa de Jovana.
Luego de acostarla en su cama, seguimos con los entragos de la noche: el Emilio, igual de cuete; el Luis, caliente como plancha pero sin nadie a quién desarrugar. De camino, compramos unas chelas. El autoestéreo suena cachondamente: Procura coquetearme más y no reparo de lo que te haré Procura ser parte de mí y te aseguro que me hundo en ti Procura no mirarme más y no sabrás de qué te perderás es un dilema del que tú ni yo podemos escapar
Yo voy en el asiento del copiloto acariciando la entrepierna que me interesa. Si hubiese ido en la parte trasera, seguro alguno de los dos cabrones me hubiera fajado sin misericordia. Son las cuatro de la madrugada, ya están todos en sus respectivas casas; nos libramos de la tira y de los briagos; nos detenemos un momento en una calle oscura para un leve faje. Más vale irle poniendo lugar antes de que la calentura nos gane.
Como no queriendo sugiero un lugar y él acepta. Lo guío hasta la entrada del estacionamiento. El recepcionista mira la televisión tras un vidrio aparentemente antibalas. Nos da la llave. Una pequeña vitrina exhibe condones, cerveza, lubricantes, cigarros, encendedores, vasos desechables... Ya no hay dinero para más chela y traigo una sed del carajo.
Entramos a la habitación y rápido enciendo la luz y la radio. Quiero parecer experimentada pero no muy piruja, aunque él se da cuenta que conozco el lugar no dice nada, se deja seducir, se deja conducir. Me quito los tenis con la punta de los pies. Lo dejo desabotonarme el pantalón y sacarme la playera. Uno se da cuenta de las habilidades de un hombre desde que empieza a desabrochar el brassiere. Los más hábiles sólo utilizan tres dedos y liberan a "las nenas" de su cárcel. Le desabrocho el pantalón y lo dejo que se incline a desabrochar sus zapatos. Quiero sentir su aliento en el ombligo —siempre me ha puesto cachonda ese momento—. Le saco la camisa y, hasta entonces, siento que lo tengo a mi merced. Es todo para mí. Le pregunto cuál es su posición preferida y él me responde con un:
—Eres muy bonita—No mames, sabes bien que eso no es cierto —Le contesto casi meándome de risa: nunca fui bonita, aunque la buena nalga siempre me salvó del montón.
Sin darnos cuenta, lo hacemos con las ventanas abiertas. Desde el principio tuvimos público: dos parejas de diferente cuarto —una de jóvenes y otra de mayor edad— compartieron el espectáculo y nos regalaron una sonrisa cómplice de cinco de la mañana con una fresca brisa de junio; ellos abrazados, con el pecho desnudo, y sólo mirando, sin interrumpir:
—¿Quieren una cerveza? — ofrece la pareja, aparentemente de mayor edad, desde su ventana al otro lado del cubo.
Mínima compensación por el chou. Dos latas cruzaron aire hasta caer en nuestras manos. Dimos las gracias y casi nos trabamos de risa por el descuido de las ventanas. Corremos las cortinas. Mi celular vuelve a sonar. Lo apago. Total, qué les cuesta esperarme otra hora.








martes, febrero 05, 2008

Espiral de los latidos

Portada de la publicación en donde aparecen textos (poesía) de su servilleta.







viernes, febrero 01, 2008

Había una vez un barco chiquito...

Por Ricardo Medrano Torres



Era una ciudad perdida que la historia llamaría Neza. Una ciudad naciente donde los perros se traducían en el escudo de aquella raza que fundaba su propia geografía. El señor de los camotes, con su silbato insistente, laceraba el antojo de las mujeres en estado de buena esperanza.
Cuentan las malas lenguas que también existió por esas tierras el señor de la melcocha, un hombre equivalente al negociador del libretrueque: dando-dando y la ropa vieja era la divisa para embadurnar los bigotes de chiquillos ansiosos con jarabe de piloncillo.
Famoso por su ambiente fue el Cine Maravillas, donde la función costaba unos centavos, cuando aún valía el dinero. Películas del Santo llenaban la pantalla de momias vengadoras y lloronas descarnadas de papel maché; vampiresas muy al estilo de Lorena Velázquez y Dúos muy acá como Santo y el Demonio Azul en plena Atlántida; no tan efectivos como los de la Ciudad Gótica, pero más machines y surrealistamente mexicanotes. Quien recuerde aquello diría: “Esas si eran películas, chingá”.
El ligue es y ha sido el de siempre: besitos en lo oscurito y más para abajito, ahí no hay pierde. Los niños de entonces, padres de hoy, desentierran el hábito y cuerean a la chaviza con sus consejos al estilo de Doña Sarita García.
Los camiones suburbanos –como se les dice ahora– se dividían en chimecos y rafles, nadie sabe a honras de qué. El último chimeco salía de la vieja estación de trenes de San Lázaro hacia la una de la mañana y dejaba, a los que lo abordaban, a lo largo de la famosa calle siete, donde se habría una grieta fangosa del tamaño de un cristiano, en donde amanecían ahogados o muertos, según fuera la necesidad. El lago del Bordo de Xochiaca ya existía y eran la tumba de automovilistas y víctimas del atraco.
Se nos trepaba el difunto, el cual quería dejarnos el billete que su mezquina ambición había enterrado en algún lugar de su terruño o en algún colchón de aserrín y paja. Esto era muy tradicional en el inframundofolklórico de Minezota, tanto como la serie del Cachirulo, Enrique Alonso –claro que pocos tenían la dicha de tener una televisión.
El Neza de ese entonces era una laguna encerrada en el inmenso mar del crecimiento demográfico capitalino. Había pulquerías y nos escapábamos a los salones de baile. Ibamos a chambear hasta por las calles céntricas de Perú, Cuba, Allende, El Salvador o Corregidora, en el Centro Histriónico.
***
Ya encarrerados, citemos una historia original de familias emigrantes: un día de los años tales se descuelga una liana del tronco familiar desde su natal Guanajuato, Oaxaca, Guerrero, Puebla... y se vino a avecindar en la tierra prometida, donde por relativos pocos dineros, contantes y sonantes, se podía comprar un cacho del México que los expulsó de sus jacales provincianos.
Muchos de los entonces recién llegados al hoy Neza, le entraban a lo que fuera con tal de mantenerse a flote en el Lago de Texcoco o en la zanja referida. En cuartos de vecindades salitrosas y olorosas a frijoles chamuscados nacieron los pequeños mexiquenses-nezahualcoyotlenses, y junto con ellos la amistad con el compadre, el apadrine y el brindis semanal que se volvía crónico.
Había pulquerías y llaves de agua de donde se tomaba el fluido a punta de pujidos, para entregarse a domicilio, mediante sus respectivos aguantadores: un bote colgado a las argollas de cada lado atornilladas sobre un palo que laceraba el lomo del hidro-tameme. Los más jodidos, que eran casi todos, vendían paletas y le entraban al prometedor comercio de las garnachas en las esquinas. Había violencia y Neza se ganaba a pulso el mito de territorio agreste, gracias a la prensa amarillista que siempre destacó el nombre de la ciudad naciente como “la tierra del faisán y el agandalle”.
Los cincuentas agonizaron y dieron paso a los nuevos jóvenes, que quisieron olvidar su origen y crearon su nueva identidad, su nueva cultura: la Neza del coyote tres equis y patrullas de bocho. Camionetas llamadas “julias”, para arriar a la prole detenida por sospechosa. Calles lodosas y zanjadas; como hombres abiertos en canal mostrando sus intestinos-tubos de drenaje.
Nació Neza, con sus colonias Aurora, Maravillas, Esperanza... y muchos perros bragados, como su gente que se partía el lomo soportando el flagelo del sol, la cal y el cemento. La clase del macuarriaje, el artesanado de la construcción, hacía sus casitas provisionales con sacrificios de chimeco nocturno y extorsiones policiacas.
Creaban su metalenguaje, su cultura urbanizante, autóctona y tradicional, chilanga y citadina; la misma que los doces de Diciembre ilumina las calles, unas pavimentadas y otras no, con hijos relucientes que adornan la noche para dar gracias a la madrecita morena del Tepeyac por haberles permitido casar bien a sus hijas y que sus hijos arrimaran la costilla de su destino, bajo el mismo techo, bajo el mismo cubremoscos o en hilerita en el cuarto multiusos.
Hubo criollos y paisitas a los que se les cargaba y se les sigue cargando el boyler de leña hasta que aprendan que la integración se logra sólo entrándole al aro de fuego. Pantalones roídos y la música del Alex Lora, los Amor y Paz, y otros tantos, se convirtieron en el himno de la rebeldía de los jóvenes coyotes hambrientos de identidad. La bandita nacía en las esquinas como en cualquier lado, pero con su estilo muy particular.
El aire de Neza, enrarecido por el vertiginoso crecimiento que se ha dado en las últimas décadas, arremolinó los ojos de los que se creyeron arqueólogos y buscaron ruinas en casitas de cartón, en los Hermilos descalzos y encuerados que jugaban con ajolotes y enseñaban sus ombligos saltones. Sabedores de que entre la gente está la esencia de la ciudad, lo auténtico de la neta, lo sabio del sabor de la melcocha de piloncillo, las películas del Santo, las Zanjas abiertas al cielo, como heridas de ciudad.
Imposible olvidar las fiestas de Quinceaños, tan tradicionales como la música que se toca en ellas: el Pedro Infante obligado cuando termina el argüende, y la apertura con charanga y salsa, para recordar los pasitos de pachuco del jefe y de la jefa.
Por eso los trapos viejos se retacan en las almohadas, como para mantener siempre presente que se tiene un pasado en la memoria y los recuerdos vivos. Por eso el álbum fotográfico. Los recuerdos suenan sus botones y nos refrescan la sabiduría de los abuelos, muchos ya enterrados en otra época junto con su pasado provinciano, origen de la mayoría de la gente Necenze.
Las consolas y los discos viejos y con sonido de lluvia resuenan en la memoria. Por eso todavía encontramos en la estación Pantitlán del metro las canciones viejitas de Javier Solís, de don Pedro Infante, ídolo de Guamuchil, a quien le faltó poco para ser canonizado. Recordamos lo aferrado de los jefes de familia por poner en las pachangas la música norteña y ranchera, la misma que acaba por ser el himno de batalla del de Neza, que se amanece cantando y chupando como el muchacho alegre.
Cuando se visita esta ciudad se admiran los grabados de sus bardas: pintarrajeadas con gritos, asoleadas y descascaradas, salitrosas y plagadas de invitaciones a bailes, de propaganda política y de inscripciones abiertas a escuelas de aprenda pronto y deje de ser el mismo jodido de siempre. Hoy es otra la ciudad Neza de las callecitas oscuras y adornadas con luciérnagas furiosas, que gustan de frotan sus cuerpos al lado de un poste o en la sombrita de una marquesina.
En estos lares debería existir un monumento a las señoras que crecieron a sus hijos con el sudor del pulmón, mismo que sirvió de tapón al lavadero; un monumento a los hombres recios, jefes de familia con fama de desobligados y machirrines, borrachotes que emularon a Pedro Infante en sus películas de culto; un monumento a los jóvenes que en su tiempo fueron de la banda y que ahora posan las posables en una julia de vidrios polarizados.
Un palacio municipal adorna la ciudad, recreando la visión de un Rey Neza prieto y siempre firme, aunque el agua de la fuente le moje las corvas. Aún con reumas, Neza se sostiene con sus miles de perros, con sus miles de vidas tan individuales como semejantes.
Había una vez un barco chiquito, que no podía, que no podía...









CECOS (Centro Educativo, Cultural y de Organización Social)

EL ROSTRO DE NEZA HA CAMBIADO
Como referencia y para ubicarnos geográficamente, Neza es parte de la basta zona conurbada a la Cd. De Mexico, Neza colinda con el D.F. En la demarcación de la Delegación Iztapalapa y se encuentra a un costado de la Calzada Ignacio Zaragoza, que es salida a la carretera México Puebla. Tiene una extensión de 64.4 Km cuadrados y una
población de poco más de 2.5 millones de habitantes, ubicados en 86 colonias, incluidas las de la llamada Zona Norte.
En los años 50s "los terrenos del desecado vaso de Texcoco" comienzan a poblarse, a este lugar inhóspito llegamos cientos y después miles de familias inmigrantes de muchos, sino es que de todos los estados de la República Mexicana, y principalmente del D.F, Edo. de México, Michoacán, Guanajuato, Oaxaca, Puebla, Hidalgo, Jalisco, Veracruz, Tlaxcala, Guerrero y Aguascalientes, según orden de importancia documentada en el Manual del Colono, publicado por SEPAC (Servicios Educativos Populares A.C.) en 1978.
Lo anterior nos habla de una gran diversidad cultural que persistió, pero que también fue cambiando al incorporar nuevos valores, prácticas y símbolos de identidad, entre otros, los provenientes de la lucha popular para crear y mejorar las condiciones materiales y culturales de existencia.
La lucha por mejorar el habitat, es el primer referente de las luchas populares en Neza, lo cual implicó también la incorporación de otros elementos culturales a su imaginario y representación simbólica. Asi la composición de Maximiliano Iglesias, que interpretaba el grupo "Canto del hombre del Pueblo" decía en una de sus versos: "Nezahualcóyotl" querido tierra de polvo y de sal tus colonos han sufrido pero van a despertar."

EL MOVIMIENTO DE CULTURA POPULAR EN NEZA
La cultura popular, recibió una gran influencia de todo lo que ha sido signific6 para los sectores populares, el movimiento del 68. Grupos, organizaciones e individuos, se proponen recuperar los procesos educativos y creativos de arte popular como forma de participación en el movimiento popular, con la idea de la concientización del pueblo. Su énfasis contestatario y transgresor imperó de manera natural y por mucho tiempo. En el acto creativo de los artistas populares, grupos de música, teatro, danza y de comunicación alternativa le dan este tono al contenido de la obra, al volante, al cartel y la composición en verso o en prosa.
Fueron tiempos de un Arte Comprometido con las causas populares y su papel de acompañar y animar y dar solidaridad a los campesinos que defendían y recuperaban sus tierras, a colonos que recuperaban un predio, a los maestros que fundaban una escuela popular, a los obreros en huelga o a las comunidades indígenas en lucha contra
caciques, ganaderos o terratenientes, sin olvidar las luchas por la libertad de los presos políticos y la liberación de los pueblos oprimidos por los países imperialistas, que hoy se visten de globalistas.
A fines de los años 70s. Surgen en Neza importantes iniciativas culturales que acompañan al movimiento popular, como resultado de una de esas iniciativas nace CECOS.
El valor de propuestas como la de CECOS está en su historia y en su experiencia creativa acumulada en un sentido social-popular, surge como iniciativa de jóvenes con mucho entusiasmo y se logra mantener en el tiempo gracias al trabajo voluntario y a la labor perseverante de sus militantes. Contó con la colaboración y participación popular, lo anterior supuso la existencia de un profundo sentido social y comunitario de la población. Después de tantos años, nos resulta imposible hacer cuentas y sólo podemos decir que han sido cientos de personas las que han participado y colaborado con CECOS.
CECOS es un centro cultural autogestivo y comunitario que desde 1978 ha venido animando y promoviendo actividades culturales en el municipio. En sus primeros años realizó una labor importante en el campo de la educación popular para adultos (alfabetización, primaria y secundaria) y a la par, en el terreno del Arte Popular, motivó la formación de grupos de música latinoamericana, de teatro popular y mantuvo una comunicacidn alternativa con la población.
Los grupos de musica y teatro que se formaron y organizaron en CECOS, sentaron el precedente de la promotoría en el arte popular, organizaban festivales, convocaban a talleres y se daban a la tarea de formar nuevos grupos, todo esto de manera comunitaria y con un gran sentido social-popular. Los festivales de música y teatro se sostuvieron
permanentemente por un período de casi ocho años en el "FORO DEL PARQUE DEL PUEBLO": domingo tras domingo en ese lugar, los grupos de Neza, se daban cita para realizar sus eventos. Esto molestó a las autoridades del ayuntamiento, quienes por muchos años impidieron realizar los festivales adentro del “FORO”.
Tuvimos y tenemos en Neza una suerte de autoridades y gobiernos refractarios a las culturas populares, no obstante el movimiento de arte y cultura popular siguió adelante, lanzando nuevas propuestas, realizando festivales afuera del parque y creando otras alternativas. A pesar de la fuerte resistencia por parte de CECOS y de otros colectivos las
autoridades se mantuvieron en su posición excluyente.
Nosotros definimos que el Foro del Parque del Pueblo, siendo el único parque con el que contamos en Neza, como un espacio estratégico para el desarrollo de la cultura popular, esto no es un supuesto, nosotros lo vivimos y experimentamos en el tiempo en el que se nos permitió usarlo libremente en los años de 1977-1983.
Otra actividad importante de CECOS fueron los festivales de barrio, de estos se derivaron las muestras culturales en espacios públicos, al aire libre y cerrados. Ante el empuje de las propuestas populares, la misma Casa de la Cultura de Cd. Nezahualcóyotl, que en sus inicios había permanecido vedada para la cultura popular y que se usaba de manera
privilegiada para actos y rituales de carácter político a favor del partido en el poder -el PRI- tuvo que abrir sus puertas y permitir la realización de eventos de cultura popular, es decir tambien artísticos y también políticos pero de sentido popular, con sus proyectos, con sus demandas, sus reivindicaciones, sus aspiraciones, sus esperanzas, sus deseos y sus anhelos.
Ante la cerrazón de las autoridades municipales y para no perder el trabajo que se venía haciendo, en CECOS abrimos una SALA y desde entonces hasta la fecha, ahí se llevan a cabo algunas presentaciones, se pasan películas y se dan conferencias. Además de las actividades que se realizan en la SALA, tenemos un taller de serigrafía, una biblioteca
infantil, el grupo Son Solidaridad, servicios educativos y espacios donde se imparten talleres de música, teatro y otras actividades de interés para la población.
En esta SALA se han llegado a presentar un sin numero de artistas populares tanto de Neza como de otros lugares. Recordamos entre otros a León Chávez, José de Molina(+) y grupos como Los Nakos, Contigo América, al Sumbón, grupos de Cleta. El grupo Siembra, El Cóyotl, El Solidaridad, El Indio Triste (Marcos); a Maricela Macías, el Solidaridad,
Hugo Mora, el Cascarazo, Pueblos Libres, Canto la Vida, Son de Maíz y Armando Chacha, quien en el año 99 presentó su disco MATAMBA. No faltaron los poetas en construcción y cuentistas, el Pichi y otros escritores de Neza y muchos mas.
En la actualidad en la SALA tenemos un Café, donde se sigue animando, promoviendo y difundiendo El Arte y la Cultura Popular.
Desde la vertiente de la Cultura Popular a la que pertenecemos, se marcó y se mantuvo una gran distancia en las relaciones con las instituciones oficiales, recordemos que una crítica fuerte de aquellos tiempos fue la oficialización de la IZQUIERDA, esto se expresó también en el ámbito cultural y llevó a tomar distancia del utilitarismo, el acarreo, de la censura, la manipulación y el condicionamiento de apoyos a costa de la creatividad.
CECOS, junto con otros grupos y asociaciones de Neza han mantenido una relación de intercambio, de ayuda mutua y solidaridad para la promoción, difusión, animación y el desarrollo de la cultura popular. Esto tiene una historia, es resultado de múltiples y diversos procesos, asi como de iniciativas en el campo de la organización de los Trabajadores del Arte y la Cultura Popular; Casas y Centros de Cultura, Comités, Grupos, Células, Asociaciones, Consejos Populares y Frentes.
En un sentido sociocultural, Neza ha cambiado, hay más urbanización, un poco más servicios culturales y casas de cultura, pero falta una política de desarrollo incluyente y participante que tome en serio a la cultura popular.

RUMBO A LA PROFESIONALIZACIÓN
Algunos procesos de arte popular se están orientando hacia la profesionalización, quizás motivados más por la demanda del público, o quizás por su compromiso con su propio quehacer o tambien por necesidad sentida de actualizar su propuesta artística, la entrada parece ser por muchos caminos.
En Neza hay un potencial, que se está encaminando hacia ese rumbo, no obstante, sus logros dependerán tanto de los procesos no institucionales como de los institucionales, pasando sin duda por la propia subjetividad del artista popular. La forma de combinación de por lo menos estos elementos no son obvios, tampoco lo son los sentidos y la función social, pero nuestro deber esta de lado del sujeto social-popular, su cultura, sus valores, sus identidades, sus manifestaciones artísticas, sus deseos, sus anhelos y aspiraciones.
Nota: Documento de los archivos de CECOS. Presentado en diversos espacios de dialogo entorno a los proceso de cultura popular Neza.
El grupo "Son Solidaridad'' forma parte del Centro Educativo Cultural y de Organización Social (CECOS), su actividad se ubica dentro de un movimiento de autogestión de cultura popular, que tiene que ver con la construcción de identidades coectivas. El grupo musical es un actor en el quehacer cultural en Neza, participa solidariamente en los diversos escenarios socioculturales.
Ahora nos es grato festejar contigo, estos quince años de construcción, por lo que te hacemos la invitación a que asistas al evento que por este motivo realizaremos; esperando que compartas con nosotros un son solidario que se canta y se baila.
¡Neza punto de encuentro arte, cultura y solidaridad!

CECOS
Pájaro Azul 109, Col. Benito Juárez, Ciudad Nezahualcóyotl
Edo. De Mex.
cecos@hotmail.com
Tel. 57 36 39 54


Tomado de:
http://lavida-real.com/joomla/index2.php?option=com_content&do_pdf=1&id=178




Poetas en El Laberinto




Cartel de la presentación de los Poetas en Construcción en la librería El Laberinto, de la calle de Donceles (histórico).









La propiedad privada y el amor




Por Ricardo Medrano Torres



Conocí a mi padre un 30 de abril de 2007. Transcurrieron 32 años para volver a vernos. Curiosamente, el escritor Albert Camus tenía más de cuarenta años cuando lloraba sobre la tumba de su padre, un soldado muerto a los 19 de edad —así lo narra en su libro La caída (La chute,1956).
Actualmente, mi padre y yo tenemos mínima comunicación telefónica; aunque hemos sostenido un par de encuentros acordados y la plática ha girado en torno a la vida de dos hombres tan dispares como independientes uno del otro.
El escritor Emiliano Pérez Cruz señala que de poco sirven los padres para una verdadera educación de los hijos. Asociar la idea de propiedad privada a la crianza de un hijo e idealizar una supuesta admiración de los hijos a los padres puede, en ciertos casos como el mío, carecer de fundamento. La ausencia de él me dio la posibilidad de ser quien soy, y así estoy a gusto.
En estos momentos, creo carecer de la necesidad de llamar a alguien padre o de que alguien me llame hijo, pues ha transcurrido bastante tiempo para intentar apropiarnos de la otra persona por convencionalismos que sólo nos llevarían a negar nuestra propia individualidad.
La negación de la individualidad del otro me llevaron a negarme sistemáticamente a acercarme a mi padre. Todos esos años él fue una imagen permanente en mis actos, y en cada uno de ellos fui desechándolo porque las condiciones así lo requerían. Había que echar mano de las herramientas y apoyos que se tenían y él fue borrado —también sistemáticamente— de mis asuntos.
A pesar de ello, alguna vez me pregunté cómo sería mi padre físicamente, si sería parecido a mí, si tendría mi carácter, si compartía mis aficiones o si era un padre como el de Even Benestad (Grimstad, Noruega, 1974), quien en su cinta Todo sobre mi padre (Alt om min far, 2002) aborda, a la manera de un documento testimonial, con afecto, ironía y humor la relación con su padre, el doctor Even Benestad que gusta de transformarse en Esther Pirelli, ponerse ropa de mujer, maquillarse, colocarse los rellenos pectorales y salir a la calle a bordo de su convertible acompañado de su esposa (madrastra del director); esta última, respetuosa del gusto de Even por transformarse. Es decir, respetuosa de su individualidad.

Esto del apropiamiento, trasladado al amor de pareja, se ilustra eficientemente en dos cintas del director japonés Nagisa Oshima (1932, Kyoto, Japón): El imperio de los sentidos (Ai no corrida, 1976) y El imperio de la pasión (Ai no borei 1978); en la primera se muestran las obsesiones sexuales de una pareja que culminan con el cercenamiento del pene al amasio. La segunda está basada en un crimen cometido por una pareja de amantes en contra del marido para llevar a efecto esa necesidad de pertenecerse sin obstáculos.
En otra cinta, Time (2006), el director surcoreano Kim Ki-Duk (1960), muestra la obsesión de una mujer por alcanzar el supuesto ideal de belleza del compañero, lo que la lleva a transformarse físicamente mediante una cirugía de rostro, convirtiéndola en un ser distinto al que él conoció y del cual se enamoró, arrastrando a la pareja a un desenlace trágico a partir de la negación de la individualidad de la otra parte.
Para finalizar, hay que mencionar que Camus iba a la tumba de un padre que siempre sería joven —dadas las circunstancias de su muerte a esa edad—. Mi padre resucitó 32 años después y a estas alturas las pláticas de reconocimiento pueden resultar insustanciales. No compartimos una raíz, no hablamos el mismo lenguaje de intereses. Es difícil que resurja entre nosotros el sentido de pertenencia padre-hijo.
Cuando platicamos, otorgo pleno respeto a su individualidad al no cuestionarle su vida personal. Sin tragedias ni cirugías para transformarnos el rostro, cada quien vive su individualidad. Trágico el sentido de pertenencia. Tal vez haya mucho de razón en aquello de la poca necesidad de tener un padre a la mano: hubiera ocupado mi tiempo pensando en el guión de una película para descifrar los rostros de un padre como Esther Pirelli o Even Benestad —como se prefiera.
Si llama mi padre díganle que fui con mi mujer a elegirle la ropa para la fiesta del domingo.

Poetas amigos del Subdirector de Cultura de Neza

Invitación que rememora la participación de los Poetas en Construcción durante la gestión del dramaturgo Filadelfo Sandoval como subdirector de cultura de Ciudad Nezahualcóyotl. (muy buenos tiempos). Esto durante la primera administraciónperredista en el municipio más poblado del país.









Amantes fuera del mundo


Por Ricardo Medrano Torres


A los quince años de edad fue raptada por quien más tarde se convertiría en su marido y padre de sus tres primeros hijos. A los 28 estaba separada del marido pero encontró el camino de regreso a la cadena y otra pareja le mostró el lado más feroz de un alcohólico, aunque le regaló a su hija menor. A los 33 años se dio tiempo para volver a sentir a su manera. Ella, como mujer, me dice que los hombres intentamos ser fieros como los perros, pero no acabamos de abrir los ojos nunca. Creo que ella tardó demasiado en abrirlos.
***
Cuando tuve conciencia, él ya estaba ahí —como el dinosaurio del cuento—. Hoy tiene 72 años y desde siempre ha sido mi abuelo. Se ha erigido como elemento importante de la familia en situaciones tanto difíciles como gustosas. El viejo tiene las rodillas lastimadas, camina lento y con dificultad, aunque no se dobla, es de acero inoxidable.
Por cuántas cosas habrá que pasar un hombre cuando el corazón se le ha dividido en dos. Cuántas cosas habrá de enfrentar para cumplir con los dos frentes, con dos vidas que exigen atención. Nuestra familia es la otra, la otra cara de una moneda, el anverso del documento que tiene cláusulas escritas con letra ilegible, aparentemente engañosa.
Mi abuela, con sus décadas a cuestas y el arranque emocional de una quinceañera, a veces lo amenaza pidiéndole que ya no vaya a verla, que los cuarenta años juntos, viviendo un amor dividido, sólo aceleran la ruina física de ambos. Él escucha con atención y se bebe el litro de pulque que cada jueves ella le compra en el mercado sobre ruedas. Es uno de los últimos placeres que él conserva. Hace mucho que tu abuelo y yo somos como hermanitos —bromea ella cuando refiere sus asuntos íntimos.
Ambos pueden estar juntos sin hablar por muchas horas. Dicen que cuando dos personas se entienden, las palabras sobran. En ellos, las palabras se anidaron y juntos construyeron una familia con escombros de las vidas anteriores de ella. A él no le importó poner la mano donde la puso el muerto, ni donde la puso el marido original. Tienen la piel tatuada con anécdotas compartidas. Tienen un amplio repertorio de películas de Antonio Aguilar en la memoria, de cuando los viernes se citaban como dos novios y a escondidas se tomaban de la mano en la oscuridad de la sala, y se daban besitos y jugaban a que yo era su hijo, el hijo que nunca se permitieron tener, tal vez por aquello de “Para que nada nos amarre que no nos una nada”.
***
El viejo, mi abuelo, me regaló un día una pistola tirapapas, y jugaba a medio aconsejarme para echarle ganas a la escuela y obedecer a mi abuela. Chofer, se daba sus mañas para pasear a su familia virtual en los autos de compra-venta que negociaba para darse ese lujo y regalarnos la tarde del tercer sábado de cada mes, comiendo los guisos de la abuela, transportados en portaviandas, sobre cualquier franja verde de pasto a la orilla de la carretera vieja a Puebla, en Ixtapaluca, en Ayotla; lejos, donde los ojos de su mujer no lo alcanzaran, atento a las miradas de quienes pudieran conocerlo y ágil para tener respuesta a mano cuando la situación incómoda se presentara.
Él tiene el respeto de los hijos de ella, aunque la familia —desmadrosa como siempre— juegue a desbaratarlo cuando canta sus canciones y se le sale el gallo o cuando la letra se le olvida: es un artista a quien llegó tarde la oportunidad de serlo. Su voz ya muestra estragos, y la memoria es un líquido denso a través del colador que poco a poco se vacía.
Los dos viejos juegan a ser novios y se espantan el uno al otro cuando la muerte ronda sus respectivas casas y se preguntan qué será cuando uno de ellos se adelante en el viaje, y el otro, desde su intranquila serenidad de viejo, no pueda acudir al velorio y llorarle y recibir los pésames y despedirlo con el último puño de tierra y demostrar lo que socialmente es indemostrable.
Un par de ocasiones, en mi papel de amigo de la casa, de su casa, lo acompañé en los velorios y sepelios de sus padres. El viejo gustoso me recibió como quien recibe a alguien en su fiesta de cumpleaños, y me abrazó y nos aguantamos las ganas de decirnos cosas, de apoyar al abuelo para que las lágrimas contenidas pudieran brotar gustosas de sus ojos insomnes desde hace muchos años.
***
Mi abuela juega a dejarse querer y le permite que de vez en cuando le tome de la mano. Evitan las demostraciones públicas de afecto, tal vez en un afán de seguir engañándonos a todos, de seguir con el juego inocente de ser los amantes que se ocultan tras una gasa por demás transparente.
Ella permite que él le cante canciones en sus fiestas de cumpleaños. Micrófono en mano y uniformado de mariachi, él le dedica miradas y piropos y le dice “Señora, esta es para usted”, “Patrona, estamos a sus órdenes”. Y le juega al artista y se siente importante entre sus hijos virtuales, entre los nietos y biznietos de la que ha sido su amor toda una vida. De la que le dio el sí un día de la Virgen del Carmen. De la que le embarró los bigotes con manteca y se dejó querer con tacos de queso de la tierra de ella, de Guanajuato “Donde se rebana el oro”, hijos de la chingada —grita ella cuando ha bebido tres cervezas y evitado tomar la pastilla para aliviar la presión arterial—. Ella juega a que él es su esposo, su marido, su defensa en pequeños y grandes problemas con los vecinos, con y de la familia.
Él tiene la mirada cansada y cada tercer día religiosamente acude a ver a su amada y recibe gustoso el pulque y lo bebe y come placenteramente lo que ella le prepara. Él se sabe importante porque fungió como jefe de familia en los enlaces matrimoniales de la hija menor y del nieto de ella. Los nietos lo llaman abuelito y le dan un beso y él se conforma con saberse abuelo y bisabuelo y compartir un par de horas cada tercer día con su amor, para después marcharse a cumplir el ritual del día con día, rumbo a su casa, con su esposa legítima, la madre de sus hijas, rumbo al compromiso, dejando la mitad de su vida tras de sí, en espera hasta dentro de 48 horas.
***
Ella, nacida en el año 33, sabe que cuando jóvenes gustaban de visitar el parque La Marquesa, besarse entre los árboles, abrazarse, adivinarse el pensamiento, sabiendo ella que su destino no estaba ligado con el de él, no debería estarlo, y a pesar de todo hicieron que los días tuvieran más horas y se inventaron mentiras como dos niños viejos, y se quisieron, y se pelearon, y en muchas ocasiones terminaron dándose cuenta de que nadie tenía responsabilidad ni obligación con el otro, de que su relación era sólidamente frágil y que los compromisos eran sólo de palabra y obra, sin firmas de por medio; sin embargo, ella se molesta cuando él no acude a la cita acordada desde hace décadas, y pasado el berrinche se preocupa por saber dónde estará él, cómo estará —no lo llama por teléfono ni ha invadido abiertamente su otra vida—; se pregunta si los huesos de él siguen en este mundo, si él la sigue queriendo después de tanto tiempo, después de tantas arrugas, después de tantos achaques. Siguen sintiendo celos, uno del otro, como dos adolescentes.
Juntos, él y ella, son amor en la tormenta, son flores eternas, retratos de Dorian Gray con el rostro del amor incólume, dimensiones paralelas, irreales, lejos de las verdades cotidianas, tan fuera de lo tangible, de lo convencional, tan fuera de este mundo: “Voy a buscarte…voy a encontrarte…voy a llevarte ... Fuera del mundo, fuera del mundo, fuera del mundo ... Tú y yo… Nosotros dos… Ahora… Aquí… Fuera del mundo, fuera del mundo, fuera del mundo…".

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México, Estado de México, Mexico
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