lunes, diciembre 06, 2010

Yo sólo quiero una casa


Una casa de cuadro bardas y luz tan natural como el jugo de naranja recién exprimido. Una casa para resguardar los libros y las películas que me gustan. Para que de ellas aprendan y con ellas se diviertan mis nietos, para resguardar el retrato que no tenemos de nuestra boda —Bolita—.

Me gustaría que tuviera paredes altas para guardar lo bueno que en ella se genere, para resguardar el sueño y la comida, las sobremesas y el auto que quiere manejar mi hijo Cepillo. En donde pueda escucharse música a todas horas y en donde el gato familiar pasee a gusto por el patio cazando moscas y se espante con el saxofón de Alina y su Take five. La quisiera luminosa y pequeña, con cuadros en las paredes que nos recuerden nuestra historia, nuestros muertos, nuestras alegrías.

Para que el Beto Vargas y el Javier Serratos chuleen la buganvilla y su sombra les recuerde un poco la frescura de su pueblo y sus mujeres. Para que el Chava nos recuerde cuando éramos pequeños en la urbana federal y Héctor y Óscar traigan su guante de beisbol y sus balones de básquet y de futbol y con los chavos juguemos a ser chavos, y vayamos al estadio a ver un partido Atlante-Cruz Azul, y yo me asombre de ver tanta gente y pueda agradecérselos a los Melgoza toda la vida.

Quiero paredes con pinturas y dibujos de Alfredo Arcos, de Uzías Martínez, de Martha Velasco; que resuene la música de Miguel Pineda, del Roca, del Son Solidaridad y del Son de Maíz, y de Ricardo López; que se escuchen los cuentos de Emiliano y de Pino Páez y los poemas de Kuitlauak y de Porfirio. Que Vulcano sea el triste zombie y que la buena-onda del Santos Velázquez y del Paquito Vázquez traigan el olor a buen café.


Que Nina Galindo, José Cruz, Jaime López, El Personal, Nota Roja y tantos otros se escuchen como en un museo reciente de los que aún vivimos para contarlo.
Quiero una casa para recibir a mis amigos y para ofrecer buen vino a mi carnal Suriel y a su familia. Quiero hacerme viejo platicando con todos ellos en mi casa. Quiero que mi mujer se sienta orgullosa de los muros pintados, de las piedras reunidas y de las plantas y flores que tendrá en cada rincón. Quiero una techumbre transparente para que el sol nunca nos falte y seamos tan prietos como la existencia nos lo permita.

Quiero una casa para que los amigos de Reme y de mis hijos se sientan a gusto y fascinados —como yo lo estoy— por la familia que tengo. Quiero que mi compadre Alonso se sienta bien y tranquilo tomando una cerveza mientras vemos el fut americano en la televisión. Que su familia disfrute y se sienta arropada entre los suyos. Quiero que mi familia y la de Reme nos visiten y no se quieran ir de tan a gusto.

No me interesan los cada vez más numerosos puentes vehiculares que nos quitaron la virtud de poder mirar al vecino hacia el otro lado de la avenida. No me importa que los jóvenes cada vez amen menos la tierra que les da cobijo, que no tengan ni un mínimo valor de lealtad, solidaridad y respeto con los del mismo barrio. Aunque me entristezca mirar cómo retroceden nuestra historia conjunta cuando le jalan pulmón adentro al “activo” de sabores y se resignen a sus trabajos miserables y mal pagados, condenados a extinguirse y a extinguir a los que de sus pasiones resulten.

Sólo me interesa hacerme viejo y morir como en película de Kurosawa: levantando muros y poniendo rejas y pintando paredes, tal vez sólo imaginando, imaginando que hay netas y hay verdades, imaginando esa casa que quiero…

Ricardo Medrano Torres
6 de diciembre de 2010


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