viernes, diciembre 17, 2010

Ojos de calzón


Ricardo Medrano Torres

A las doce del día el calor del piso sube hasta los ojos. Voy a comprar el kilo de tortillas que me pidió mi mamá; aprovecho para comprar un chile en vinagre y comerlo en un taco. A las cinco de la tarde tenemos acordado un partido de fut con los de la calle 14 que son buenos pero no invencibles: 10 de los últimos 11 partidos los hemos ganado nosotros.

Claro que soy el mejor, el único, el burlador, el héroe de la cascarita callejera. Una vez vinieron del Real Madrid —así se llama el equipo de la calle 15— para invitarme a jugar, pero mi mamá no me dejó por no haber lavado los platos de la comida. Ya te imaginarás el berrinche que hice, pero así son las mamás, ya las conoces.

Bueno, voy por las tortillas y, a punto de entrar a mi casa, el Cachacuaz —así se llama el perro del vecino— intenta morder mi hermosa pantorrilla, y yo, por esquivar sus dientes filosos de tiburón anciano tiro cuarenta centavos de tortillas redondas, equivalentes a un kilo, y enlodo una servilleta blanca bordada con uvas moradas y mangos amarillos. ¡Bendita sea mi suerte! —digo e intento salvar, inútilmente, algunos discos de masa.

Mi madre me condena al encierro vespertino. ¡Esa tarde no!, ¡por favor!, ¡nooooooo! Tenemos partido de fut con los de la 14 y yo soy el delantero estrella. No podrán jugar sin mí, perderán. Pero como soy más hombre que chango, asumo el castigo con valentía y coraje —más coraje que valentía—. La única zona divertida de mi casa es una selva tupida de rosas, buganvillas y sábilas donde juego con mis muñecos luchadores (Santo y el Demonio Azul) a quienes enfrento con el monstruo ojos de calzón, la temible serpiente caca de iguana y el Doctor Flato, cerebro de la conspiración internacional para destruir al mundo.

En la cocina, la abuela no permite intrusos. Puedes mantenerte quieto y sentado frente a la mesa, separando las piedras de los frijoles negros o quitando las espinas a los nopales. La cocina es el sitio de los prodigios: de las cazuelas de barro brotan moles negros, sabrosos pipianes con pollo, carnes de cerdo en salsa martajada de jitomate y chile verde, tortas capeadas de carne con su caldillo espeso.
Hoy, ni la cocina me convence. Benditas tortillas enemigas del fut, pero ni el hambre misma doblegará mi orgullo herido de futbolista frustrado. No, no señor, juro que moriré de inanición y mi mamá llorará sobre mi tumba fría y dejará una rosa todos los años, justo el “Día del hijo” y se preguntará por qué fue tan mala, por qué no me dejó salir a jugar el sagrado fut con mis amigos. Esa será su condena; yo desde el cielo, convertido en ángel de alas blancas de pichón, me sentiré satisfecho con su culpa y su remordimiento. Ese será su castigo.

El cuarto de los tiliches es el lugar más peligroso de la casa, según mi mamá:
—Puede haber animales ponzoñosos: arañas, alacranes, caballos o dragones de cinco ojos, con patas de jirafa y dientes más grandes que un colmillo de elefante africano.
Colgada con un gancho del techo hay una bicicleta de llantas grandes con rayos cubiertos por telarañas. Las telarañas son tan grandes que de unirse cada hilo de ella en línea recta, darían dos vueltas a la tierra y terminarían justo en la puerta de la tienda de doña Chimbomba.

En el cuarto de triques hay cinco cajas de cartón, apiladas una sobre otra; un baúl que me recuerda la historia de mi tatarabuelo: “Una noche mientras dormía, me habló el muerto al oído para decirme dónde había enterrado un dinerito —centenarios de oro—. Dos días después fui con cinco de mis mejores amigos. La condición era que escuchara lo que escuchara, no debía correr ni asustarme, pues eran las almas que custodiaban el tesoro. La noche era hermosa: como una medalla, tenía una luna llena colgada al cuello. Cuatro de mis amigos no regresaron con nosotros, sólo dos volvimos, por eso debo guardar por siempre el tesoro maldito del difunto” —esta era la historia del tatarabuelo —que yo conocí por labios de mi abuela—. Creo que este baúl tiene las monedas de oro rescatadas aquella noche.

Además del baúl, hay dos botes para cocer tamales, una estufa blanca de peltre, cinco pares de botas de hule, montones de revistas y periódicos y una caja de herramientas. A través de un tragaluz se filtra el sol con pequeñas hebras luminosas. El polvo danza hasta volver nebuloso el ambiente y de vez en cuando me hace estornudar.

El tiempo se detiene. Me decido a recuperar el tesoro del tatarabuelo. Tomo una barreta que extraigo de la caja de herramientas, un martillo y dos desarmadores; no consigo mi objetivo. Me asomo por la ventana que da al jardín de los vecinos y veo a Xóchitl: hija única de don Martín y doña Gertrudis: él, policía, ella dedicada en cuerpo y alma a cuidar de sus perros: sirve generosas porciones de croquetas en el plato de aluminio de Filipo, Chambarete y Cochicuás, todos de raza indefinida, podría decirse: corrientes cruzados con de la calle.

A Xóchitl le gusta andar en bicicleta y a mi me gusta Xóchitl, los frenos en sus dientes la hacen más bonita. No quiero decir que ella tenga frenos como la bicicleta, sólo que así se les dice a los alambres que te ponen los dentistas para enderezarte los colmillos y no parezcas vampiro chupón. Con los frenos, Xóchitl parecen atrapar su lengua en la jaula hermosa de su boca; su cabello peinado con dos colas la vuelven un pan con mantequilla en una tarde de castigo tras dos horas sin comer.

Como puedo grito desde mi cárcel hasta que ella se acerca:
—Y por qué te castigaron —dice con toda la elegancia de una princesa.
—Por tirar las tortillas en un charco —le respondo como el más seguro caballero de las cruzadas.
—Pues hubieran comprado más y asunto arreglado —dice segura como sólo mi madre puede decirlo.
—No es tan fácil, mi padre dice que debemos aprender de los errores y por eso es necesario recibir un castigo cuando se comete un error —comento, queriendo parecer aún más interesante: un futuro hombre responsable.
—Pues a mi me parece que tu papá es un ogro —eso no puedo permitírselo, por muy hermosa que sea y por mucho que me guste.
—Pues piensa lo que quieras pero mi papá es bueno —defiendo al autor de mis días.
Discutimos un buen rato hasta que amenaza con irse y abandonarme a mi suerte. No puedo permitirlo. Es la primera vez que estamos a solas —bueno, separados por una ventana—. En la escuela he intentado acercármele sin conseguirlo. Ella se hace la interesante. Sabe de la belleza de sus pecas: hermosas salpicadas de sol sobre sus mejillas, rosadas como jamón de pavo.

En la fila de entrada al salón, me coloco justo a un lado de ella para que me mire. Ella finge distraerse. Mi estómago se retuerce de celos cuando Gómez Gómez se le acerca y finge recargarse en su hombro sin que ella proteste. Deseo en ese momento que a Gómez al cuadrado se lo trague una tarántula gigante, que un perro buldog le orine las valencianas del pantalón y que se le pudran las agujetas, que aparezca King Kong y le vacíe un moco viscoso sobre su horrible cabeza aplastada, rasurada. Odio a Gómez al cuadrado, pero a ella no puedo dejar de quererla: tan linda con sus ojos negros y brillantes como uvas oscuras recién lavadas.

No puedo permitir que me deje a mi suerte. La tengo a mi merced, debo poner en práctica lo que he aprendido en la telenovela de las ocho de la noche: debo tomarla de la mano, pedirle que nos casemos en cuanto terminemos la primaria y que tengamos tantos hijos como para hacer un equipo de fut del que yo seré entrenador. Ella se negará —por supuesto— pero mi seguridad la convencerá. Podremos vivir, por lo pronto, en este cuarto de tiliches. Dice mi abuela que “cuando dos se quieren con una cama basta”.

No creo que Xóchitl coma mucho. Es muy flaca, como un palo de escoba, pero ya se llenará y le saldrán bolas por todas partes como a mi prima Leticia. Dice mi mamá que las mujeres que tienen bolas por todas partes son más bonitas. Yo no les encuentro chiste, las mujeres así parecen caminos con baches y a mi papá no le gustan los caminos con baches: siempre maldice cuando se le cruza una zanja, una piedra o un tope. Yo creo que las mujeres deben ser como las carreteras o los caminos, entre más parejas es mejor.

Ella me toma de la mano y acerca su boca a los barrotes de la ventana. En lugar de un beso recibo un puñetazo. Ríe como poseída por demonios diarréicos y baila de gusto sobre la escalera en que ha trepado para burlarse de mi encierro. Frente a frente casi puedo percibir el olor a chamoy de su boca, el aroma a chicle de frutas de su cabello rizado, los destellos de sus ojos como llama de encendedor de a tres pesos.

Todas la groserías que pueda hacerme no serán suficientes para dejar de quererla más que a mis muñecos luchadores, que al Doctor Flato o al monstruo ojos de calzón. Nacimos el uno para el otro y en nuestros respectivos destinos está escrito que compartiremos los tacos de sal cuando vayamos juntos a las tortillas. Estoy resignado a querer a su padre, a su madre y a sus perros tragones.

De nueva cuenta acerca sus labios a la reja de la ventana, quiero corresponder al regalo acercando los míos. Me escupe en plena cara el agrio chamoy de la burla y ríe otra vez, hasta casi agotar mi disminuida paciencia. Aprieto los puños en las bolsas roídas de mi pantalón, ahí guardo mi cola de lagartija de la suerte, mis dos canicas cebritas, mi tapón de lata de aerosol, veinte centavos del año mil novecientos cuarenta y cinco, una estampa arrugada con la foto de Pelé, dos corcholatas para canjear un dingo perro y un hueso de la suerte del pollo rostizado que comimos el domingo.

Hoy hubiera sido capaz de perdonar sus groserías y hasta su hermosa sonrisa pisoteando mi orgullo. Precisamente hoy que me encuentro en el cuarto de los tiliches, castigado por tirar las tortillas en un charco, sin poder abrir un baúl clausurado por dos candados, imposibilitado para enfrentar en el fut a los de la catorce, privado de los olores de la cocina de la abuela, hambriento y olvidado.
¡Oh, Xóchitl!, todo lo hubiera perdonado, que Gómez al cuadrado fuera a hacer la tarea a tu casa. Ver cómo te alejas sonriendo, tomándolo del brazo, guiándolo hasta tu casa, mientras yo: encerrado, hambriento, futbolista frustrado te miro caminar por tu patio con ése... Todo pude haberlo perdonado.

Pero no puedo perdonar, ¡nunca de los nuncas! que hayas secuestrado al monstruo ojos de calzón. ¡Eso no!, por qué lo hiciste. Por qué lo regalaste a Gómez al cuadrado. Sabías que no era tuyo, sabías que era mi compañero. Pudiste regalar mi corazón, masticar las yemas de mis dedos, cortarme las uñas de los pies con unas tijeras de pollero, pero no regalar mi monstruo ojos de calzón a ése, precisamente a ése tal Gómez al cuadrado.

Ojalá que un perro buldog les orine a los dos las agujetas y que se les piquen los dientes por los chicles que coman, que King Kong venga y les arroje un moco sobre sus cabezas para que se ahoguen en él, que se los coma una tarántula gigante, que les salga la mano pachona de la tasa del baño y les pegue el susto de su vida.
—¡Oh, mi monstruo ojos de calzón!, ¡por qué!, ¡por qué! Por qué no se abre este baúl, por qué no podré comer el mole verde de la abuela. Cómo quedaría el partido de fut. ¡Snif! Debo meterme en la cabeza que las tortillas y las niñas son impredecibles.


miércoles, diciembre 15, 2010

Familia es familia y cariño es cariño


Por Ricardo Medrano Torres

Ahora que se acercan las fiestas de fin de año y los brindis y el cúmulo de abrazos y de buenos deseos, no puedo evitar recordar a la familia que tuve: éramos muchos y amenazábamos con ser más —se cumplió la profecía: parió la abuela.

Bien dicen que para partirte la madre, no hay nada mejor que tu familia y, ciertamente, ese puede ser el caso. Mi familia es producto de una serie de retazos y remiendos como las históricas colchas confeccionadas con sobrantes de otras prendas por los pioneros necenses.

Los días festivos: 10 de mayo, 15 de septiembre, 24 y 31 de diciembre eran fechas propicias para la reunión familiar y el agasajo. La mesa, pletórica, ofrecía a sus comensales los sabrosos guisos preparados por la abuela, cocinera durante 15 años de una fonda ubicada por el rumbo de La Villa.

Entonces empezamos a crecer y a sufrir los embates de la crisis económica que ha asolado al país de manera inclemente desde hace décadas. Cada rama familiar emigró a diferentes latitudes para emprender su propia historia. Adquirieron un trozo de mundo en donde la economía les permitió asentar un cuarto que, poco a poco y con grandes esfuerzos, se ha convertido en el patrimonio de sus hijos.

Todos y cada uno, de diferente forma y en menor o mayor grado, recibieron el apoyo de la abuela para adquirir, edificar y transformar la casa que les daría un hogar. Entonces éramos tenderos que le chingábamos como afroamericanos para vivir como proletarios, pero con poder adquisitivo. Esclavizados de tiempo completo y obligados a dejar guardias en el negocio para "no perder".

Pero como todo aquello que no se fortalece se llena de salitre, mi familia se ocupó de las palabras mal o bien dichas por sus congéneres; bien dicho aquello de que no somos claros sino claridosos, pues el Diccionario de la Real Academia Española define el término como aquel “Que acostumbra decir claridades sin atenuarlas”; es decir: "somos al chile".

Pero como reza el dicho: “Ancho del hocico y sentido del culo, como los jarritos de Tlaquepaque”, ningún claridoso fue capaz de soportar a otro claridoso de su misma especie. Primero fueron pequeñas ironías, después fueron grandes desencuentros que desenterraron agravios aparentemente olvidados y luego llegó la oscuridad.

No sabemos en qué parte de la carretera se fueron quedando trozos de nuestra piel sensible. No supimos cuándo olvidamos la solidaridad con la familia, cuándo olvidamos que nadie mejor que la propia raza para sacarte del atolladero —o para partirte la madre, como fue el caso.

Esas sabrosas comilonas se evaporaron, así como los años nos han devorado a cada uno.
Los sándwiches de papas o de arroz, la cerveza y la plática, mezcla de campirano y citadino, de propios y anexos: consanguíneos y parientes políticos; el bacalao, los romeritos, los pollos rostizados, el abrazo, la sinceridad y la ironía a flor de piel en cada uno de los asistentes son piezas del museo de la memoria.

Hoy mis tíos son tan viejos como yo lo seré. Con los achaques y el perpetuo temor a la huesuda, hoy convocan a festejar el fin de año en la casa de la abuela, artífice en gran parte del fraccionamiento afectivo. Es difícil ser líder familiar, sobre todo cuando aplicas consciente o a lo buey la exclusión y la preferencia. Cuando compras el afecto o juegas a la política con la propia raza.

El polvo familiar amenaza con salir de la caja de Pandora: ¿Los comentarios guardados servirán para murmurar el día posterior a la reunión?, ¿La grilla asomará la cabeza justo un minuto después de despedirnos?, ¿La diferencia que nutre a la tolerancia será menoscabada?, ¿Bastará una mirada o una señal para descargar la espada flamígera con singular sadismo sobre la reputación de aquel que nos puede ser incómodo?

Viejas heridas sangran incurables y el corcel de la parca se desboca en nuestra dirección. Cierto día notaba con curiosidad que la muerte se ha acordado muy poco de nosotros, tal vez en un afán de compensarnos un tanto el caos que han sido nuestras existencias. Tal vez pensando con ello reparar el hambre de mis tíos y de mi madre, quienes compraban veinte centavos de cáscaras de piña con el frutero de maravillas, para probar el dulce desperdicio. Recompensa efímera por la cárcel perpetua del hambre que los persiguió durante mucho tiempo. Tal vez por esa sensación ancestral, no tener de comer siendo mi mayor miedo.

No sé si ustedes recuerden el festejo por mis ocho años, pero esa es de las huellas imborrables que este neo-ruco se llevará a la alcantarilla del olvido: mis tíos me compraron la ropa y mi madre el pastel. Y yo sigo recordando al tío Juan desmadroso y jovial, quien me enseñó a disfrutar las películas de hampones y de estafas. El tío con el que conocí el billar por vez primera —aunque no sea una de mis aficiones.

Recuerdo al enamorado tío Jesús y su eterna galanura, enamorado de su gato el Palomino, las paredes de su cuarto forradas de piso a techo por pósters de “viejas encueradas” —como decía la abuela— en donde me deleitaba mirando los vellos púbicos de rubias y pelirrojas, y sus puntiagudos senos, cuyos pezones señalaban al cielo de la chaira. No puedo olvidar que él me enseñó a los Creedence y que me regaló un álbum triple que conservo con cariño.

Como no recordar a mi carnala la Gorda, o la Chata, o Rosa, siempre querida, mi comadre, por sus intercesiones cuando la abuela buscaba desahogar su frustración sobre mi humanidad con la manguera de la lavadora. Cómo olvidar su alegría y su sonrisa, su desmadre y sus tristezas cuando quería asomar su chata nariz para probar un poco de libertad, fuera del encierro que significó la tienda para ambos. Te acuerdas, Gorda, de tus chelas con la tía Gris y de las chingas que te ganaste por briaga.

Y tú, madre, Martha, Negra —como bien te decían mis tíos, pues no podían llamarte de otra manera por obvias razones— te acuerdas de los pollos rostizados que comíamos cuando íbamos juntos al cine Sonora a ver películas de los hermanos Almada. De las papas fritas que acompañaban esos pollos y de la ensalada que degustábamos satisfechos luego de vagar interminables horas por el mercado Sonora eligiendo la mejor fruta que te daban a precio preferente tus amigas las vendedoras.

Te acuerdas que la güera policía de la clínica Prensa era mi novia, y que yo me chiveaba cuando ella me decía “mi amor”. Te acuerdas de la “Planchada”, el alma en pena que vagaba por el hospital cuando “nos tocaba” guardia y tú me escondías en el cubículo último, cuando me dormía cansado luego de jugar con los carretes de la cinta adhesiva.

Gracias a ti, madre, tuve entre mis manos la primera imagen de un parto ilustrado en tu libreta de tareas de cuando estudiabas enfermería. Cómo olvidar que sólo una vez me pegaste con una pantunfla y que muchas veces me sacaste al patio porque me dolía “la patita” gracias a tu herencia de fiebre reumática mal cuidada de cuando estuviste embarazada. Hoy me río y me consuelo sabiendo que algún día, cuando estés más vieja, te sacaré al patio a orearte un poco cuando ya no controles el esfínter —claro que es pura guasa, no temas.

Y tú, Vito, Victoriana —como lo dice tu fe de bautismo de una iglesia en Guanajuato— Victoria, abuela, madre . Qué puedo decir, te tocó bailar con la más fea. Hoy me pongo en tu lugar y aunque no justifico mucho de cuanto has hecho, aprendo de tus errores pero más de tus aciertos, que son muchos.

No quisiera llegar a ser viejo sin tener la fuerza que tú tienes. No quisiera llegar a ser viejo sin tu temple, sin tu arrogancia ni tus ganas de sobreponerte. De ti recuerdo muchas cosas, pero me quedo con tres que han sido fundamentales para lograr la edad que tengo: la primera es mi máquina de escribir —hoy propiedad de Beatriz mi prima—, adquirida para mí como parte de mis últimos reyes magos; la segunda es el día en que me congestioné por tragón durante un convivio de fin de año en la calle donde hemos vivido desde hace muchos años: no paraba de vomitar y el dolor abdominal era tan intenso que este charro negro estaba más caliente que una plancha y más abotagado que un tonel de pulque. Tú y sólo tú, Vito, madre, abuela, profesora de la vida, me levantaste como pudiste y juntos fuimos a las tres de la mañana, a pie, al doctor más cercano para que me aplicaran una inyección intravenosa que me facilitara cagar y vomitar. Y la tercera, una de las más importantes, cuando me acompañaste con el abuelo a pedir a mi señora a un pueblo de Oaxaca.

Por todo eso y por los recuerdos que la memoria se obstina en resguardar, la reunión de fin de año será lo que tenga que ser; los jarritos de Tlaquepaque tenemos más canas que ayer y nuestros hijos, nietos, bisnietos y posibles tataranietos heredarán esa forma claridosa de decir las cosas y estarán obligados a ser inteligentes para discutir y pelear al nivel de las ideas.

Buen fin de año, raza, y hasta que la huesuda nos alcance.

lunes, diciembre 06, 2010

Yo sólo quiero una casa


Una casa de cuadro bardas y luz tan natural como el jugo de naranja recién exprimido. Una casa para resguardar los libros y las películas que me gustan. Para que de ellas aprendan y con ellas se diviertan mis nietos, para resguardar el retrato que no tenemos de nuestra boda —Bolita—.

Me gustaría que tuviera paredes altas para guardar lo bueno que en ella se genere, para resguardar el sueño y la comida, las sobremesas y el auto que quiere manejar mi hijo Cepillo. En donde pueda escucharse música a todas horas y en donde el gato familiar pasee a gusto por el patio cazando moscas y se espante con el saxofón de Alina y su Take five. La quisiera luminosa y pequeña, con cuadros en las paredes que nos recuerden nuestra historia, nuestros muertos, nuestras alegrías.

Para que el Beto Vargas y el Javier Serratos chuleen la buganvilla y su sombra les recuerde un poco la frescura de su pueblo y sus mujeres. Para que el Chava nos recuerde cuando éramos pequeños en la urbana federal y Héctor y Óscar traigan su guante de beisbol y sus balones de básquet y de futbol y con los chavos juguemos a ser chavos, y vayamos al estadio a ver un partido Atlante-Cruz Azul, y yo me asombre de ver tanta gente y pueda agradecérselos a los Melgoza toda la vida.

Quiero paredes con pinturas y dibujos de Alfredo Arcos, de Uzías Martínez, de Martha Velasco; que resuene la música de Miguel Pineda, del Roca, del Son Solidaridad y del Son de Maíz, y de Ricardo López; que se escuchen los cuentos de Emiliano y de Pino Páez y los poemas de Kuitlauak y de Porfirio. Que Vulcano sea el triste zombie y que la buena-onda del Santos Velázquez y del Paquito Vázquez traigan el olor a buen café.


Que Nina Galindo, José Cruz, Jaime López, El Personal, Nota Roja y tantos otros se escuchen como en un museo reciente de los que aún vivimos para contarlo.
Quiero una casa para recibir a mis amigos y para ofrecer buen vino a mi carnal Suriel y a su familia. Quiero hacerme viejo platicando con todos ellos en mi casa. Quiero que mi mujer se sienta orgullosa de los muros pintados, de las piedras reunidas y de las plantas y flores que tendrá en cada rincón. Quiero una techumbre transparente para que el sol nunca nos falte y seamos tan prietos como la existencia nos lo permita.

Quiero una casa para que los amigos de Reme y de mis hijos se sientan a gusto y fascinados —como yo lo estoy— por la familia que tengo. Quiero que mi compadre Alonso se sienta bien y tranquilo tomando una cerveza mientras vemos el fut americano en la televisión. Que su familia disfrute y se sienta arropada entre los suyos. Quiero que mi familia y la de Reme nos visiten y no se quieran ir de tan a gusto.

No me interesan los cada vez más numerosos puentes vehiculares que nos quitaron la virtud de poder mirar al vecino hacia el otro lado de la avenida. No me importa que los jóvenes cada vez amen menos la tierra que les da cobijo, que no tengan ni un mínimo valor de lealtad, solidaridad y respeto con los del mismo barrio. Aunque me entristezca mirar cómo retroceden nuestra historia conjunta cuando le jalan pulmón adentro al “activo” de sabores y se resignen a sus trabajos miserables y mal pagados, condenados a extinguirse y a extinguir a los que de sus pasiones resulten.

Sólo me interesa hacerme viejo y morir como en película de Kurosawa: levantando muros y poniendo rejas y pintando paredes, tal vez sólo imaginando, imaginando que hay netas y hay verdades, imaginando esa casa que quiero…

Ricardo Medrano Torres
6 de diciembre de 2010


jueves, diciembre 02, 2010

Seguridad

Para mi Bolita

Me deshago de ritos y diamantes,
arribo a las hojas como un zapato sucio.
Mientras pueda me serviré del vino azul
nacido entre las copas de mi amada.

Transito subterráneo en la palabra,
su paladar me dice que en la luna
vive una turba de poetas ciegos.

Aúllo y tiemblo cuando sobre el agua
la piel de los sonetos nerudean,
aplauden y se encienden
como almas condenadas al azufre.

No puedo arder después de los bautismos:
pierdo la capa y vuelvo a mi guarida
siempre pendiente, siempre expectante;
sé que hoy no vendrá la muerte
vivo seguro en tu latido.

Ricardo Medrano Torres
2 de diciembre de 2010

lunes, noviembre 29, 2010

Revista Cincoletras


Va un texto de este charro negro publicado amablemente por la revista cincoletras, a la que sugiero se echen un clavado para degustar del trabajo de múltiples creadores en una propuesta muy original.

Va la liga del texto.

http://revistacincoletras.com/cazadora/

lunes, noviembre 22, 2010

Acerca de la fea rencorosa

Por Ricardo Medrano Torres
Todos tenemos o conocemos una fea, unos más cerca que otros. La fea es aquella que cree merecerlo todo, aunque sus formas no sean las más agraciadas. La desgraciada fea —perdón si os ofendo— tiene la virtud de buscar sin encontrar, de rascar como los topos hasta encontrar lombrices a las que obliga a ser sus esclavas, porque según ella, las libró del oscurantismo en el que vivían. Hágame usted el chingado favor. La fea es la emperatriz. Todo con el poder de la firma de la fea. Fea de cuerpo y fea de espíritu. Vacía hasta de las muelas, la fea deambula por el mundo buscando víctimas. Endeudada hasta los codos por tarjetas de crédito sobregiradas, todo lo compra y todo lo adquiere, hasta la cama ocasional. Pobre fea. A ella nadie le dijo que no tenía derecho al amor. Pero eso le vale máuser, se llena del top ten musical que le vende aquello de que las “llenitas de amor” cambiarán por obra y gracias de la edición y el maquillaje. Pobre fea que compra ropa de talla más chica porque algún día bajará de peso y, entonces, los demás se admirarán de su buena figura; pero ella nunca desiste de atascarse cual vil marrano cada que la ocasión lo permite —y si es de gorra, mejor—. Su lonja estilo minifalda le oculta el pubis que ya ni se conoce. Es un suplicio rasurarse las piernas y peor cortarse las uñas de los pies. Fea como pegarle a la madre. La fea se escurre y tiraniza. Intelectualiza con películas comerciales. Fea como una bruja, malhecha como alebrije de aprendiz cartonero, la fea existe por lo que es capaz de comprar y poseer, aunque su poder adquisitivo diste mucho de ser notable. Tengo pero no me tengo. Pobre fea. No puede dar la vuelta a su cuerpo con sus manos para darse un abrazo, siempre será fea y, peor, sola con su fealdad.


lunes, octubre 11, 2010

La Gente sobre los chimecos verdes





Por Ricardo Medrano Torres

Rescatamos este viejo texto, publicado ya hace muchos años, en plena añoranza rucólica.

Los chimecos son el símbolo rodante de Nezayork, la única forma de fugarse a la realidad del Distrito Federal rumbo a la chamba, a bordo de los lomos del transporte suburbano. Herederos de una época arribistamente frustrada por una era nezosoica no registrada en los anales de la historia oficial.
A bordo de un chimeco de piso resbaloso y olor a petróleo se hicieron planes para echarle los cimientos al terruño, para echarle láminas de cartón, de asbesto o galvanizadas al jacal donde dormía toda la raza. El chimeco es la efigie sagrada del Quetzalcóatl que regresa montado en su corcel hoy color verde, antes color mostaza.
Interiores rojos y azules por los frascos de crema, crean un ambiente macabramente fantástico. Olores a chemo, a chela, a activo que activa la sesera y ayuda a andar más trucha por la avenida Pantitlán, la Chimalhuacán o el Bordo de Xochiaca, para aventarse unas carreritas desbocando el corcel. Los choferes de los chimecos se hacen chiquitos de vez en cuando y le piden el camión al jefe para aventarse una vuelta y costearse el rocanrol del sábado por la noche.
El alma en pena deambula por las calles, “consorte de la muerte que se sube al mundo sin pagar boleto”, un chimeco se asolea y se dobla pero no se quiebra. ¡Que los jubilen! Piden a gritos miles de gentes que ya no aguantan sus estertores agónicos día a día, más notables en las noches cuando la raza llega a la casa, cansada y con ganas de un poco de calor humano de chimeco, de repegadas a cualquier morra de la secundaria o, de perdiz, a una señora desorientada. Un caldo de la gallinita a bordo de los interiores rojos o azules de un chimeco.
–Pinche lépero, agárreselas a su madre.
–Pinche vieja ni que estuviera tan buena.
–Lo que se pierde una vez ya no regresa como era.
–Bajan, cabrón. Me quieres llevar hasta tu casa.
–Pinche sordo.
–Súbetelos en el lomo.
–Ya no caben güey.
–Ya vámonos que no traje tortas.



Una señora gorda cobraba el pasaje con cara de huelemierda y te mentaba la madre a la menor provocación. Había cobradores flacos del grosor de una paleta de limón o de grosella. Cómo hace falta algo frío, para la sed que asfixia, que llena de vapores el cuerpo. El paletero expende su mercancía en una cajita de galletas forrada con hule y calcomanías de nenas en cueros.
Ah cómo les ruge la axila a los señores albañiles que cínicamente le echan el ojo a las muñecas despistadas, del tipo de toda estudiante de secretariado con computación, ejecutiva bilingüe, y anexas, que tiene que costearse los estudios particulares a expensas de sufrir, por ahorrar, manoseadas en chimeco, mezclando su perfume chafa, imitación de la copia copiada del aroma original, con los olores nefastos a orina de la puerta de bajada: baño privado del cobrador y del chofer mientras esperan su turno para salir del paradero con su chimeco, repleto de gente con cara de monedas de cincuenta centavos; antes justo es echarse una mi-ada-madrina.
–Para que no los ande comprando de a tres pesos, se los venimos ofreciendo por únicamente un peso. Un peso le vale, un peso le cuesta.
Oscuras son las historias en torno al símbolo rodante, el mentado chimeco, el mil veces mentado chimeco, mentado hasta su madre por los cerrones que les da a los autos compactos, a los cargueros, valiéndole sorbete, se clavan, se avientan con esa brutalidad de oruga verde citadina.
Chimecos que alguna vez fueron matadores de peatones, pues cuando por equis causa atropellaban a alguien, preferían echarse en reversa, pues salía más barato un muerto que un lisiado. Crispábanle las vísceras al cristiano caído para evitar pagar una indemnización de por vida.
Chimecos que a galope devoraban avenidas negras, pavimentadas con tierra compacta a fuerza de múltiples tránsitos vehiculares. Polvo de desesperanza que tragaba la lengua a nuestros antepasados, primeros pobladores de Neza; mordidas de sol quemante.
En Nezahualcóyotl, la vida sigue su curso y los chimecos son condenados a emigrar a colonias cada vez más inhóspitas y polvorientas, detrás del arco iris, junto a su chofer hediondo de playera sudada y mugrienta; sus aceleradores en forma de planta de pie desnudo y sus innumerables marcas automotrices adheridas a su tablero-camarote.
Quizá en un futuro no muy lejano los chimecos sean pieza de museo en algún lugar del mundo o en la misma Neza y en sonido Hi fi se reproduzca su estertor agónico y ensordecedor, para mostrar a la humanidad de siglos posteriores que en algún lugar hubo una comunidad de personas que se atrevieron a surcar la vida a bordo de un corcel, primero amarillo y luego verde, y se enfrentaron al monstruo capiruchesco a punta de empujones, de mentadas, de torteadas, de olores a caguama, a chemo, a orina. Miradas tímidas y miedosas de estudiantes de secretariado bilingue con computación, hotelería y turismo con el nombre del descubridor de la penicilina. Gritos de pasajeros que esperaban acelerar la marcha con golpes a las desvencijadas láminas del camión. Difuntos que claman venganza contra las llantas ya muy rodadas de un chimeco asesino. Niños que en el futuro compararán a los chimecos con los planeadores de los hermanos Wright.....
–¡Pásele para atrás por el amor de Dios!

Inmagen proporcionada por Gabriel Arenas; visiten fotos de su obra en:
http://www.flickr.com/photos/59893969@N07/5696943210/
http://www.flickr.com/photos/59893969@N07/5696951230/in/photostream/

jueves, septiembre 30, 2010

Una chaqueta no es una chamarra



Por Ricardo Medrano Torres

A la salú del Suriel Pitocas

Mi mano ahuyentó soledades / tomando tu forma precisa,
la piel que te hice en el aire / recibe un temblor de semilla
Luis Eduardo Aute (Dentro)


La chaira o chaqueta es un cha-cha-cha, un sube y baja de seda en luna creciente y en cuarto menguante. Manuela es la mejor amiga en esas horas solitarias cuando la necesidad es mucha y qué mejor consuelo que aquella que siempre es fiel y precavida: la propia mano, de género femenino; palma cinco es la dirección correcta para apretar el cuello al cisne de espumoso plumaje, para sacar a pasear los animales y arrojar hijos fallidos al guáter, coladera o papel higiénico.

Chiro aquello de tejer chambras en tiempos mozos cuando la memoria alcanzaba para delinear rico en la imaginación las finas curvas de la maestra de geografía. Placer sobrado cuando recorte en mano atrancábamos la puerta del baño para darle sabroso al deporte del guante. Las piernitas contraídas y el esfínter apretado-apretado, hasta lograr la magia de la erupción, la explosión maravillosa del mejor amigo que uno pueda tener.

Lyn May fue mi primera musa. En su honor fabriqué formas y erigí pedestales para tenerla al servicio de mis recuerdos y necesidades. ¡Oh!, Lyn, cuántas veces fuiste mía, cuántas veces disfruté de tu inimitable figura, de tu hermoso rostro de facciones orientales, de tus contoneos y tu cachondería.

Cuántas veces logré la magia del tributo a Onán con el cromo de una rubia (en todos los sentidos geográfico-físicos) con botas blancas en aparente labor de parto, mostrando grácilmente, seductoramente, el punto de su cuerpo donde se reunían las horas para morir felices sobre un piano de cola color negro, cubierto con la bandera de los Estados Unidos de América. Gracias, Hustler, porque la rubia de ese número y yo moríamos al unísono. Buscaba la ubicación correcta del cromo sobre el lavamanos para que el reflejo de la luz del foco de 60 watts no rompiera la magia de la evocación.

¡Oh!, Meche Carreño, Ana Luisa Pelufo, Lilia Prado. Cuántas veces aparcaron sus maravillosas formas en mi radiante juventud e hicimos del placer algo tangible con los dedos de la mano. Yo, un humilde admirador de sólo 15 primaveras de vida; ustedes: diosas de la pantalla, milagros que la tecnología atrapó en la magia del formato VHS, que permitía pausar la imagen a gusto, para degustar sus pixeladas imágenes y fabricar una isla con la palma apretada, ajustada a las necesidades.

¡Oh!, cuántas veces la sola evocación de la ropa interior del tendedero vecino despertó la creatividad monstruosa de algún pequeño pervertido que imaginaba a la vecina enfundada en sus chones de luchador, transpirando con las tetas al aire por el sensual calor del verano. Cuántas y cuántas veces el propio cuerpo sirvió para elucubrar caricias en el pecho, en las nalgas, en la espalda, en las piernas, en el cuello.

Sabia naturaleza que dota de potencia inagotable a quienes transitamos esa bendita edad, cuando las ninfas compañeras de escuela empiezan también a descubrirse y descubrir sus atributos para el ansioso de ser, de tener, de degustar. Benditas las furtivas caricias sobre la blusa, sobre la falda, sobre la pantaleta, sobre la bragueta; tibias humedades juveniles que guardaban olores particulares, recuerdos de visitas al cine en compañía de alguien dispuesto a ser el cómplice perfecto de las manos, para horas más tarde desbocar los corceles a placer y volver a atrancar la puerta del baño, y volver al vicio maravilloso de los que nos asustábamos con posibles embarazos a la compañera, con enfermedades malignas que destruían la hombría por lo más preciado.

¡Bendita la chaqueta que no es una chamarra!

Imagen tomada de: http://www.venus-plaza.com

Abajito del reloj


Ricardo Medrano Torres

A mi Bolita

A la novia se le cita en el andén, abajito del reloj. Da la hora en punto y uno observa con atención el descenso del pueblo de los vagones anaranjados. Ella no llega puntual y a él se le queman la habas por el quicoreteo y el apapacho. Quince, veinte minutos tarde, ella arriba tan vaporosa con sus cuarenta y cinco minutos de trayecto desde su casa para cumplir con la cita. Qué importa que haya llegado a destiempo; total, cuando uno anda rendido a sus pies, las esperas no importan. De la manita se encaminan al cine más próximo.

Poco más de media hora de película y el Juanito Profundo (Johnny Depp) no logra más que nutrir la calentura con su farsa piratesca. Un guiño basta para ponerse de acuerdo en invertir mejor el tiempo: cinco letras. Ya era justo y necesario, tanto tiempo de estarle implorando y convenciendo de que el arroz se come, hasta que la Divina Providencia proveyó: le cayeron al faivleders (al cinco letras —para que me entiendan—). Pero lo que ahí sucedió es muy su purrún.

Luego de la obligatoria siesta caminan por la Alameda Central, piden un chicharrón con crema y chile y se previenen contra la sed con un orange en botella de plástico. Se hace tarde y la guaracha sabrosona suena que suena, retumba que retumba en el parque del que Diego hiciera su “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”. El amor brota por los poros cuando se es joven y se tiene la fortuna de probar los elíxires sagrados de tu diva y compartir los efluvios propios con la susodicha; sales fortalecido, más que menguado en materia de energía corporal.

Son novios y ahora amantes, son dos y uno solo, y esperan no convertirse en tres, porque en sus planes no está aquello de “donde comen dos comen más” (con eso se engañan, pues disfrazadamente lo desean). Él, de reojo, le mira las nalguitas con deleite. Mira nomás lo que me acabo de comer —piensa y se relame los bigotes como el gato.

Le echa el brazo sobre los hombros y caminan seguros de sí, seguros del mundo. El dinero que proveen los padres alcanza para estos pequeños lujos, para estos pequeños placeres. Se dirigen a la panadería e idealmente mercan un pan relleno de frutas. Van a comerlo frente al Palacio de Bellas Artes, no saben del Art Nacó ni del arquitecto Adamo Boari, pero degustan el pan y lo comparten placenteramente.

Presencian el atropellamiento de una mujer, miran al bolero despachar múltiples clientes en menos de una hora. A unos pasos, en La Alameda, los merolicos, payasos, activistas y otros muchos artistas generan un barullo que sostiene el corazón de la ciudad en permanente vals. A las veinte horas cumplidas, la noche se hizo de un vestido de lentejuelas luminosas y arremete contra las pupilas de los visitantes.

Ellos, los novios, se toman de la mano, se besan frente al Hemiciclo a Juárez. Los leones son testigos de aquel prodigio: dos seres humanos atrapados por las arterias de una ciudad salvada por el amor.

Se dirigen a la entrada del Sistema de Transporte Colectivo y sus ojos son otros: son novios, son amantes, son dos seres que tienen hora de llegada a sus respectivas casas. Hoy la vida tuvo otro sentido. A partir de hoy, no más “abajito del reloj”, son novios, son amantes…

Imagen: "La persistencia de la memoria" de Salvador Dalí

miércoles, septiembre 29, 2010

Emoción hasta las lágrimas

Por Ricardo Medrano Torres

En mis andanzas por la red de redes, recientemente leí con atención las líneas expuestas en un efusivo artículo del músico y escritor Raymundo Colín publicado en APIA (Agencia Periodística de Información Alternativa). Me emocioné hasta las lágrimas. Me remonté a mis años mozos como miembro de Poetas en Construcción y me vi reflejado en los tránsitos de administraciones Perredistas y en el limbo cultural que sigue aquejando a quienes aspiran a degustar un caramelo ganado con el esfuerzo de su creatividad artística remunerada.
Al calor de una sabrosa cebada bien frígida, comenté con el amigo Emiliano acerca del tentador empleo trianual que ofrecen los gobiernos municipales, en particular el de Neza. Elucubramos un ambicioso programa editorial de a devis y hasta hicimos planes y proyectos para cuando se acabe el sexenio y la administración federal prescinda de nuestra talacha como editores de las publicaciones de una Secretaría de Estado. Pensamos que sería conveniente darle nombre al changarro y poner la creatividad y el conocimiento al servicio de un gobierno municipal sensible y conciente de las necesidades de su municipio.
Se nos ocurrió la idea de reincidir en la profecía y disfrazar al Emi de Quetzalcóatl, montarlo en un chimeco y armar el alboroto a ritmo del “mar los vieron llegar...”, porque, la neta, hay años luz de diferencia entre la talacha editorial del oficialismo municipal y la informalidad organizada, y lo que se hace por otras latitudes —y no es por echar flores en la calenda.
Por un momento creímos que en Neza sería posible la remuneración del trabajo creativo y profesional, el pago justo de los productos artísticos y el alquiler del prestigio del artista que reviste al gobierno municipal o funcionario en turno. Pensamos en la profesionalización del trabajo del creador; en la verdadera exigencia de más y mejor infraestructura cultural (de a deveras) al servicio de toda la comunidad y no sólo de grupúsculos enquistados en la miserable ubre del presupuesto trianual; en la posibilidad de satisfacer las necesidades culturales básicas de los nezahualcoyotlenses —en memoria de los orígenes municipales— dando cabida en todo su esplendor al amplio espectro que ofrece Neza. Recordamos la experiencia de la primera administración perredista y el ciclo histórico que se repite desde entonces cada tres años y hasta la actual administración priista, resultando en las mismas cantaletas: la supuesta culpabilidad de las instituciones, la complicidad de sus creadores de arte y de sus “promotores culturales”, así como la indiferencia del público consumidor hacia ciertos productos o manifestaciones —el elitismo de quinta categoría—.
Se han logrado avances notables en la producción artística municipal: cada vez hay más artistas comprometidos con sus ediciones, con su trabajo plástico, con su desempeño en el escenario, con la mejor ejecución de su instrumento; pero persiste la miopía y se sigue soslayando el capital que significan sonideros, gruperos, telespectadores, pornógrafos, organizaciones religiosas, liberales, feministas, homosexuales, coleccionistas de autos, fanáticos del cómic, gourmets, patinetos, deportistas, políticos y etcéteras, quienes paralelamente pueden impulsar a quienes sufren por carecer de un lugar en el gusto popular.
Todo lo que el hombre realiza es cultura; por ello, no debe empantanarse el concepto en asambleas y posaderas en la foto para salir en primera fila. Debe considerarse el amplio espectro que ofrece la municipalidad y darse cuenta que son los menos quienes buscan enarbolar banderas culturales o esgrimirse en “profetas del nopal”. Son precisos análisis serios y propuestas concretas de fomento y desarrollo cultural en y para Neza.
Aunque una cosa es cierta, el hombre y su cultura son dinámicos como el universo. Con o sin frentes culturales, con banderas partidistas o sin ellas, con financiamiento o sin él, la riqueza cultural de Neza se dará en todos los ámbitos y en todos los lugares, incluido el artístico: se impondrá sobre carencias.
El artículo del brother Colín me recordó que no basta con hacer precampañas para lograr el hueso y dormir, plácidamente, el sueño de los justos mientras dura el trienio. Por lo pronto: ¡Salú!, y hasta que el sexenio nos alcance.

Cómo han pasado los años

Por Ricardo Medrano Torres

Sorpresas ha dado la vida. De todos, el más sorprendido soy yo, pues la arena ha ido asentándose hasta formar una rica playa, una fresca playa que precede a los cuarentas. He visto a mis amigos hacerse tan viejos como yo: Suriel Martínez, Emiliano Pérez Cruz, Beto Vargas, Porfirio García, Kuitlauak Macías, Toño Martínez… Sigo buscando mi “equilibrio espiritual” —como los monos de la serie de televisión 31 minutos—. No me imagino cambiando mi credencial de elector y nacionalizándome ciudadano de otra latitud que no sea Neza. No me imagino tan lejos del cantar de los Migueles Pinedas, de los Pacos Blancos, de los Colines; lejos de la pintura de los Alfredos Arcos, de los Alejandros Perezcruces, de los Antonios Ramos, de las Marthas Velazcos, de los Julios Galanes; lejos de la poesía de los Porfirios Garcías y Kuitlauaks Macías. Verdaderamente no me concibo. Una parte de mi se quedaría en Neza, seguramente. Mi ombligo seguiría enterrado en casa de mi abuela y me llamará a integrarnos cuando necesite de los cuates, de los brothers del barrio junto a quienes me he vuelto un pre-cuarentón.
Cómo olvidar al Bunga, al Mijoi, al Tribi, al Faros, al Verruga —en paz descanse—, al Beni, al Chile —sin albur—, al Figa, al Flaco, al Burro, al Anillo, al Gusano y a su carnal el Gusnalgas, al Chismes, al Wuifi, al Gabazo, al Ruso…
La verdad que se arruga el corazón cuando uno hace recuentos y se da cuenta que cada quién emigró a diferentes parcelas y que uno es el único que se ha quedado a cultivar una tierra cada vez más conflicitiva. Que la verdad eso de vivir en una “ciudad dormitorio” no ha cambiado mucho. Y entonces uno se da cuenta que los hijos crecen y que parte de su vidorria es de Neza y que el arraigo que trae uno ya no es el mismo que tienen ellos, pues ya son tan ciudadanos del mundo como cualquier gringo viajero. Y que lo mismo les da irse a vivir a las Bahamas que a Puruchucho, que su forma de vida es tan libre como los poemas que escribió su padre a finales de los ochentas y que llevó a casa de un tal Porfirio García, textos que fueron corregidos y publicados en la difunta Nezáfora. Y que esos esfuerzos por promoverse crecieron hasta convertirse en un sello bajo el nombre del grupo Poetas en Construcción. Y que fueron varios años de bohemia y literatura —al menos la que estaba a nuestro alcance— y que cada quién pudo decidir a libre arbitrio la senda a seguir y que me dio mucho gusto encontrarme a mis brothers poetas en el último festejo por su aniversario.
Entonces uno se da cuenta de que la vida ha cambiado y de que uno ha cambiado, pero los cuates siguen siendo los mismos, aunque más calvos y más panzones.
Y uno se hace su propia historia y se descubre como un simpatizante de la poesía. Uno descubre que el placer de la poesía debería ser de todos, tanto para escribirla como para degustarla, y que deberían eliminarse las etiquetas de propiedad sobre la creación y eliminar el vedetismo de los seudoescritores. Y que hoy día la ventana que es la red ofrece escritores de todos los estilos y tendencias; que los desconocidos rivalizan en popularidad con los conocidos, y esto sólo con el poder de un blog.
Y festejamos que algunos aún persistan en su lucha gitanesca de promover su obra en el face to face que da la presentación, aunque seguimos confirmando que a las presentaciones sólo acuden los cuates o los familiares y a veces ni ellos. Entonces descubrimos que cada vez somos más viejos y que será necesario difundir la obra a través de un moderno compact disc, o echar a andar la tecla y aventurarse a través de la red y compartir con esos amplios públicos lo que se piensa y preocuparse por saber lo que ellos piensan.
Descubro entre mi archivo un buen número de libros y documentos que dan fe y testimonio de una época importante en la que muchos ciudadanos comunes y corrientes descubrieron que en la nueva ciudad hacían falta árboles y los plantaron, que hacían falta lámparas de alumbrado público y las colocaron, que hacía falta pavimentar calles y lo hicieron, que hacían falta quiénes se llamaran escritores y muchos se pusieron en la lista para cimentar lo que vendría después —en esa misma tónica de constructores.
Benditos mis cuates del barrio, mis amigos escritores, la educación pública, mi familia y mi barrio que me han visto volverme un pre-cuarentón nostálgico y, tal vez, medroso de emigrar hacia otras latitudes. Bendita la escritura que me ha hecho un simpatizante de la poesía y de la narrativa —que no un escritor en toda la extensión de la palabra—. Bendita sea la vida y una ciudad Neza que llevo engrapada en la memoria y en mis actos.

¡Salú !

La propiedad privada y el amor


Mis cuatro películas de esta semana

Por Ricardo Medrano Torres

Conocí a mi padre un 30 de abril de 2007. Transcurrieron 32 años para volver a vernos. Curiosamente, el escritor Albert Camus tenía más de cuarenta años cuando lloraba sobre la tumba de su padre, un soldado muerto a los 19 de edad —así lo narra en su libro La caída (La chute,1956).
Actualmente, mi padre y yo tenemos mínima comunicación telefónica; aunque hemos sostenido un par de encuentros acordados y la plática ha girado en torno a la vida de dos hombres tan dispares como independientes uno del otro.
El escritor Emiliano Pérez Cruz señala que de poco sirven los padres para una verdadera educación de los hijos. Asociar la idea de propiedad privada a la crianza de un hijo e idealizar una supuesta admiración de los hijos a los padres puede, en ciertos casos como el mío, carecer de fundamento. La ausencia de él me dio la posibilidad de ser quien soy, y así estoy a gusto.
En estos momentos, creo carecer de la necesidad de llamar a alguien padre o de que alguien me llame hijo, pues ha transcurrido bastante tiempo para intentar apropiarnos de la otra persona por convencionalismos que sólo nos llevarían a negar nuestra propia individualidad.
La negación de la individualidad del otro me llevó a negarme sistemáticamente a acercarme a mi padre. Todos esos años él fue una imagen permanente en mis actos, y en cada uno de ellos fui desechándolo porque las condiciones así lo requerían. Había que echar mano de las herramientas y apoyos que se tenían y él fue borrado —también sistemáticamente— de mis asuntos.
A pesar de ello, alguna vez me pregunté cómo sería mi padre físicamente, si sería parecido a mí, si tendría mi carácter, si compartía mis aficiones o si era un padre como el de Even Benestad (Grimstad, Noruega, 1974), quien en su cinta Todo sobre mi padre (Alt om min far, 2002) aborda, a la manera de un documento testimonial, con afecto, ironía y humor la relación con su padre, el doctor Even Benestad que gusta de transformarse en Esther Pirelli, ponerse ropa de mujer, maquillarse, colocarse los rellenos pectorales y salir a la calle a bordo de su convertible acompañado de su esposa (madrastra del director); esta última, respetuosa del gusto de Even por transformarse. Es decir, respetuosa de su individualidad.

Esto del apropiamiento, trasladado al amor de pareja, se ilustra eficientemente en dos cintas del director japonés Nagisa Oshima (1932, Kyoto, Japón): El imperio de los sentidos (Ai no corrida, 1976) y El imperio de la pasión (Ai no borei 1978); en la primera se muestran las obsesiones sexuales de una pareja que culminan con el cercenamiento del pene al amasio. La segunda está basada en un crimen cometido por una pareja de amantes en contra del marido para llevar a efecto esa necesidad de pertenecerse sin obstáculos.
En otra cinta, Time (2006), el director surcoreano Kim Ki-Duk (1960), muestra la obsesión de una mujer por alcanzar el supuesto ideal de belleza del compañero, lo que la lleva a transformarse físicamente mediante una cirugía de rostro, convirtiéndola en un ser distinto al que él conoció y del cual se enamoró, arrastrando a la pareja a un desenlace trágico a partir de la negación de la individualidad de la otra parte.
Para finalizar, hay que mencionar que Camus iba a la tumba de un padre que siempre sería joven —dadas las circunstancias de su muerte a esa edad—. Mi padre resucitó 32 años después y a estas alturas las pláticas de reconocimiento pueden resultar insustanciales. No compartimos una raíz, no hablamos el mismo lenguaje de intereses. Es difícil que resurja entre nosotros el sentido de pertenencia padre-hijo.
Cuando platicamos, otorgo pleno respeto a su individualidad al no cuestionarle su vida personal. Sin tragedias ni cirugías para transformarnos el rostro, cada quien vive su individualidad. Trágico el sentido de pertenencia. Tal vez haya mucho de razón en aquello de la poca necesidad de tener un padre a la mano: hubiera ocupado mi tiempo pensando en el guión de una película para descifrar los rostros de un padre como Esther Pirelli o Even Benestad —como se prefiera.

Foto: dianayjade.com

Un barroco contemporáneo


Pino Páez

Por Ricardo Medrano Torres

Nacido en el Callejón del Sapo, Pino Páez y el hombre del mostacho y la melena frondosa son lo mismo. Tuve el placer de compartir con él una época de sabroso re-aprendizaje en el Consejo Editorial del periódico Ala Tinta. El líder Pino imponía su mostacho con sesuda claridad y prodigaba luminosidades en espejos de sabiduría —para decirlo en lenguaje aproximado.
No tiene la gracia de bailar porque considera que el dance es propio de osos de circo —dicho en palabras pinescas—. Dejó de fumar hacer mucho porque fungió como chacuaco citadino hasta que se le polveó el frondoso pelambre del labio superior.
Pino es un personajote, periodista y escritor, arroz de todos los moles: un tiempo se le vio en el periódico del Pato Pascual, haciendo el citado Ala Tinta, El Búcaro, el periódico de los trabajadores del Sistema de Transporte Colectivo (Metro) y muchos etcéteras.
Roberto Fernández Iglesias, de la tribu Tunastral toluqueña lo considera un escritor "barroco contemporáneo". El crítico literario y periodista cultural Alberto Arankowsky ha dicho que Pino Páez es un arquero que dispara con acertado pulso, y en todas direcciones, herméticas metáforas.
Su manera particular de usar el lenguaje popular de México le ubica en un plano aparte; de ahí que se le considere un escritor barroco contemporáneo y, además —hágame usté el favrón cabor—: esotérico. A propósito de esto último, Pino dice describir la personalidad de la gente a partir de su caligrafía o, por lo menos, con eso intentó chorearnos alguna vez.
Páez adjetiva y sustantiva, y luego fabrica verbos, y dimensiona la lengua en un grado desbordante que en la penumbra de la soledad hace posible elucubrar realidades más allá de los claros inmediatos.
Autor, entre otras-muchas-tantas obras, de Manos vacías de pan, A solas en el altar, Los afilados cuernos de la luna, Luz patibularia, Pino tiene un don de gentes que le atrae multitudes a las presentaciones de sus obras: ha desbordado el Palacio de Bellas Artes en más de una ocasión y se ha brindado con alipús en el máximo recinto cultural a salú de Pino Páez.
Vaya un saludo y una felicitación a través de este pequeño acercamiento al maestro, y luchador comprometido con las causas sociales.

Fotografía: videoclipscristianos.com

Un Conde llamado Francisco



Por Ricardo Medrano Torres

Conde, según el diccionario de la Real Academia Española, significa “Caudillo, capitán o superior que elegían los gitanos para que los gobernase”. La primera vez que accedí a un texto de Pancho Conde (como lo llaman sus amigos), fue a propósito de la edición del libro Poetas en Construcción (Editorial ENTE, México, 1994), antología poética del grupo del mismo nombre; aunque Francisco ya tenía sendas trabes en su labor creativa y eso de la construcción ya no cuadraba con el nivel.
No recuerdo cuándo tuve el gusto de conocerlo, pero Conde es un personaje de esos que no se olvidan: bajo de estatura, mirada fija y bigote multi aguja, el poeta y ensayista nació en Atlixco en 1951 (miembro de la generación de los 50’s, la misma de Emiliano Pérez Cruz, Ignacio Trejo, Víctor M. Navarro, Josefina Estrada, Roberto Diego, Rafael Vargas, Andrés de Luna y Víctor Roura, por citar sólo algunos).
Alguna vez coincidí con él en la fila del Banco en la Unidad de Servicios Administrativos de la avenida Sor Juana, en Neza —Curiosa forma de coincidir con un poeta—. Me resigné a no abordarlo pues, tal vez, el vate no me recordaba y temí ser considerado un prole en busca de bolsear a un poeta cuenta habiente.
Pero, en Nezahualcóyotl, ¿qué interés puede tener un Conde? Tal vez la respuesta esté a la mano en su libro La esquina de los hombres solos (Daga Editores, 1999) del que César Benítez Torres escribiera en la revista Cantera Verde lo siguiente: "Crónicas urbanas de una ciudad entre ciudades, el gigante vivo, resplandeciente, terrible y dulce; de Ciudad Nezahualcóyotl: toda una historia de pobreza y riqueza, de la contemplación lejana de los contrastes". Sin duda, Conde se ha nutrido de Nezahualcóyotl y es de los autores que tiene la virtud de poseer una doble nacionalidad: Puebla-Estado de México (Nezahualcóyotl).
Estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y, más tarde, profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana, los trabajos de este autor son considerados por los cuates de la página electrónica Ficticia, como obras que “tienen la característica de la precisión y de un lirismo que sobrepasa cualquier academia”.
La última cifra verificable de publicaciones de Pancho Conde ya sobrepasaba los 17 títulos, algunos de ellos son, de su obra poética: Estudios para un Cuerpo, Los Lobos Viven del Viento y La Arena de los Días; de su ensayística: Diálogo Inmediato, y La Esquina de los Hombres Solos, este último de narrativa. Conde es arroz de todos los moles, diría la sabiduría popular, y lo mismo se le mira en las publicaciones más diversas, en conferencias, mesas redondas, charlas y muchos etcéteras.
Mario Calderón, en su ensayo titulado Desde la orilla o la generación poética de los años 50 en Puebla, dice que la poesía de Conde habla de la vida cotidiana y la vida bohemia. Cita Calderón un fragmento del poema Lobo solitario: “Las caderas jóvenes y los ojos de muchachas son apenas un sonido oscuro”.
A Conde, como a muchos, nos persigue la época de la educación secundaria como una aguja caliente en la punta de la memoria. Durante una de las presentaciones de la serie Escritores al 2x1, organizadas por Conaculta, Pancho Conde recordó una anécdota de secundaria cuando se le atribuyó la autoría de un poema que no escribió, hecho que lo determinó a tomar la ruta de la poesía. También recordó los más de cien kilogramos de peso que ostentó durante una época de su existencia. "Hasta para comer y beber" provee la vida académica, dijo en esa ocasión el maestro.
Anécdotas del trago, de la academia, de sus libros, de la vida bohemia, de su amor por la belleza femenina, de la generación de los 50 y de la lucidez de sus comentarios, dan pie a una biografía que, en su momento, alguien trasladará al papel. Bienvenido a Neza este líder de los gitanos, bienvenido a la tierra de la que nunca se ha ido. Bienvenido sea este Conde llamado Francisco. Bienvenida sea su poesía.

Foto: Rodulfo Gea; tomada de: http://www.google.com.mx/imgres?imgurl=http://www.excentricaonline.com/libros/images/uploads/conde_ortega_jose_francisco1.jpg&imgrefurl=http://www.excentricaonline.com/cartelera/cartelera_more.php%3Fid%3D5567_0_10_0_M&usg=__bZpvRVl8N7Yfpqc6QzEoZNNRVEM=&h=293&w=180&sz=39&hl=es&start=24&sig2=NsJrCf52COMRUpTVIxd-3A&zoom=1&um=1&itbs=1&tbnid=YiU-nr0PbzePgM:&tbnh=115&tbnw=71&prev=/images%3Fq%3Dfrancisco%2Bconde%2Bortega%26start%3D18%26um%3D1%26hl%3Des%26sa%3DN%26rlz%3D1T4RNTN_es___MX336%26ndsp%3D18%26tbs%3Disch:1&ei=dNGjTKnsEIOKlwey49mpCw

El próximo presidente de EEUU será oaxaqueño


Que no nos extrañe

Esta frase es del poeta necense Kuitlauak Macías. Este hombre de letras, amigo y hermano de Poetas en Construcción, al calor de las victorias bien heladas, tuvo a bien promover un recuento de nuestra experiencia personal y colectiva con el noble y heroico pueblo oaxaqueño de todas sus regiones.
En aquella ocasión, Macías recordaba las festividades oaxaqueñas en la ciudad que nos vio crecer: ciudad Nezahualcóyotl. Con gusto verificábamos que todos tenemos un oaxaqueño en casa —yo estoy casado con una mujer hermosa de ascendencia oaxaqueña. Kuitlauak también tiene esposa oaxaqueña—. “Al paso que vamos, que no nos extrañe que el próximo presidente de los EEUU sea oaxaqueño”, sentenció el escritor.
Ciertamente, el proceso de extensión de la raíz oaxaqueña es infinito. Sus fiestas, sus colores, su música, su solidaridad y su resistencia a los embates de otras culturas, los forjaron hombres y mujeres de viento con raíz de agua, firmes y gigantes como ahuehuetes.
He de decir con mucho orgullo que gané una esposa con familia integrada, o bien, que fui adoptado por una gran familia oaxaqueña en donde cada festividad santificamos el pan y la sal, y el gusto por el parabién asoma victorioso desde cada garganta en torno de una mesa que no olvida sus orígenes, que respeta y venera a sus muertos que, aunque lejos y en un cementerio de provincia, apartan el lugar donde el alma descansará en su propio espacio, en su propio paisaje, al lado de la gente que le es propia.
Recuerdo con placer mi primera visita a Magdalena Jaltepec y la amabilidad con que fui recibido durante las fiestas de Semana mayor. Aquella experiencia de recibir alimento sin la menor pregunta. Fue sorprendente testificar que en ese estado, en ese lugar de México, la gente era feliz con el placer de dar, de compartir, de venerar al ser supremo que nos dio fuerza para trabajar con decisión y reunir lo necesario para cumplir con el compromiso de la mayordomía.
Pero no todo era “gorra” y “agandalle” —como se diría por estos territorios—: durante varios días recorrimos las diversas mayordomías y aprendí que se trataba de un acto de reciprocidad, pues la solidaridad asomaba de igual forma, apoyando al mayordomo ya fuera con rejas de refrescos, canastos llenos de tortillas, arrobas de pan, cartones de cerveza…
Aún tengo presente aquel placer de compartir el pan y la sal con una especie de personas de costumbres diferentes, casas sin bardas ni alarmas, duelo sagrado durante el luto religioso, fiesta grandiosa, desbordante, cuando es el momento y se tiene la oportunidad y el medio.
Hoy, escucho con atención y arrobo las leyendas, los cuentos, las fábulas y las historias que cuenta Mamá Lola —mi suegra— y llevo mi memoria hasta el mogote de Nana Luisa, hasta el Sabino; me escabullo de la Bandolera, aquel espíritu que engañaba a los hombres infieles o enamoradizos; disfruto los cuentos tiernamente absurdos del tío Pedro, como aquel donde la calabaza gigantesca se parte en dos para dar a luz a cuatro marranos pequeños y rollizos; miro las fotos históricas de mis suegros y sus rostros y su traslado a la ciudad capital en busca de mejores condiciones de vida, y miro a mis cuñados y cuñadas convertirse en hombres y mujeres al lado de quien es hoy mi esposa, y los miro adaptarse al humo y al concreto. Los miro desprenderse un poco del verdor de aquellos territorios donde eran dueños y señores del tiempo y del espacio.
Escucho a Mamá Lola platicar de sus borregos, de sus chivos, de sus gallinas y sus caballos, de su primera casa y del pedimento de su mano, y de la vida conjunta que iniciaba con mi suegro Octavio. Entonces se entristece y me habla de sus dos pequeñas que no pudieron seguir en esta vida y de la tumba que con tanto cuidado no olvida y mantiene cada que puede darse su vuelta al pueblo. Escucho atento acerca de la abuelita Nieves y del abuelito Agustín y de su participación en la lucha por los linderos del pueblo. Y hay historias de gallos y conejos de oro y del cuidado que se debe tener con el aire que es capaz de llevarse a un recién nacido sin que los padres se den cuenta.
Y en mi tarea de padre retomo lo aprendido en mi infancia y lo aprendido de mi familia adoptiva, y participo de los parabienes, y gustoso me apunto en la gueza para festejar navidades y años nuevos con mi familia, apropiándome de una raíz que ya es mía, que ya es mexiquense-oaxaqueña. Y los niños participan hablando ante los demás, exponiendo sus sentimientos con la firmeza y los principios heredados por sus ancestros de la tierra del sol. Entonces el mezcal es más que lágrimas y más que abrazos, más que dolores y tristezas, es sangre ardiente que sólo un hombre íntegro controla en su cerebro.
Entonces, amigos, después de esto, quién se atrevería a negar que el próximo presidente de EEUU será oaxaqueño. Quién se atrevería…

¿No hubo festejo este año?

Este año ni nos enteramos si hubo o no festejo por los 19 años de los Poetas en construcción, pese a ello, me sumo al festejo con un texto que entregué, hace ya un año, al propio Porfirio García y a Kuitlauak Macías durante el festejo por la mayoría de edad del grupo.

Poetas en construcción

18 años de un barco que nació siendo cayuco


Al Porfis y al Kuik, tícheres y sin embargo amigos
Pescador, hermano mío: / si naufrago en tu ribera,/ si largo por fin el cabo.../¡no me sepultes en tierra!/ Escóndeme en un cayuco/ de esos que el ostión gangrena/ un cayuco carcomido/ de los que ya no navegan./ Escóndeme de la aduana/ y de sus guardas. Haz cuenta/ de que soy un contrabando/ que le pasa al mar la tierra.../ Colócame un caracol,/ grande, bajo la cabeza;/y por si los alcatraces.../cúbreme con una vela./ Luego, en la noche, al pescar,/ me remolcas mar afuera/y me olvidas bajo el cielo/que es una barca que sueña!/Antes, con letra de fardo,/le pones, por si lo encuentran:/"no hagáis caso de esta barca/que es lo que el viento se lleva"./Bajo este silencio azul/ yo me iré sin tanta pena.../ No se lo digas a nadie/ pescador, porque me entierran!
Octavio Amórtegui (1901-1990), Mar afuera

Hace algunos años —varios— en reunión celebrada en el auditorio del Centro Cultural Jaime Torres Bodet de Nezahualcóyotl, los Poetas en Construcción rendían homenaje a la memoria de uno de sus miembros: Octavio Amórtegui, hijo de un artista grande de la hermana república de Colombia, autor del epígrafe que inaugura estas líneas.
En aquella ocasión, la intérprete, cuentacuentos y amiga Juana Vázquez, pidió a quien esto escribe que dirigiera algunas palabras al desaparecido Octavio en presencia de familiares del fenecido Poeta en Construcción. Aquella ocasión no pude estructurar frase ni comentario. Sé desde siempre que la “palabra es arma cargada de futuro” y temí la desmesura del comentario equívoco o la pulcritud del asesinato a la memoria del compañero Amórtegui.
Hoy, haciendo referencia al caso del compañero Octavio y tomando un epígrafe de su padre, nacido el año uno del siglo pasado. Me refiero al segundo, en razón de haber encontrado en sus letras a mi cómplice existencial muerto en el 90 del siglo pasado, mientras yo establecía mis primeros contactos con los nacientes Poetas en construcción.
He de recordar que, de la dinámica de los Poetas, me resultó en su momento de mayor aprendizaje la carnicería verbal y el alegato iracundo de la radicalidad infundada que provocan las bebidas espirituosas , que las anémicas sesiones de galletas de animalito, té de limón y pizarrón de formaica con pasado de mesa de antecomedor del buen Porfirio.
La academia estaba lejos de encontrar algún resquicio entre aquel mar de voces con hambre de manifestarse y ser escuchadas. Porfirio no era el maestro, era el escucha con oído estéreo, la voz que pescaba al vuelo las ideas y comentaba con la rapidez que le permitía su buena memoria y su formación en Letras hispánicas. Sólo Kuitlauak tiene tres cerebros y se permite —como entonces— el lujo de escuchar el sonido ambiente, conversar, criticar y echar desmadre.
El taller de los Poetas inició en la calle 33 de la colonia maravillas cuando Porfirio rebasaba apenas los 30 años de edad. Hoy arrastra venturosamente más de medio siglo. Legalmente, se alcanza la mayoría de edad al minuto posterior de haber cumplido los 18. El grupo cumple 18 años y desde mucho antes de alcanzar su mayoría de edad se diversificó virtuosamente —como cualquier ser vivo— y se consolidó como un referente de transformación social en donde el arte (creación y promoción) hacen las veces de columna vertebral para el mejoramiento de una sociedad que abarca más allá de los límites de la municipalidad.
Porfirio García, Kuitlauak Macías, Armando Veladiz, Miguel Pineda y Alfredo Arcos impulsaron un barco que nació siendo cayuco. Tocará a Porfirio señalar los nombres de los marinos de menor rango que se hicieron a la mar con ellos. Muchos ya en otras embarcaciones, colectivas o personales, y ostentando distintos rangos.
En fin, que hablar de los Poetas en construcción es reflexionar acerca de su papel histórico, de su impacto social, de un nombre que en sí mismo ya representa una marca —no necesariamente comercial— y de una realidad palpable. Si Porfirio hubiera sabido del alcance de su proyecto de tesis, tal vez lo hubiera dado de alimento al camión de recolección de desechos por lo caro que resulta la manutención de un hijo tan voraz y absorbente.
Finalmente, quiero rememorar a Octavio Amórtegui padre, quien en su texto Mis primeros 70 años (Lecturas Dominicales de El Tiempo, Bogotá, 21 de febrero de 1971) hace algunas consideraciones importantes del hombre que confiesa que ha vivido:
• Escribo estas líneas desde mi retiro de México a donde acudí de nuevo por aquello de que la evasión es también una manera de rebelarse. Aquí ocultaré ese espectáculo deprimente de la vejez. ¿Pero es que en verdad soy viejo? Si lo estoy no lo siento. Envejecer es resignarse y yo soy de los que mueren con las botas puestas
• Se dijo de Hamlet: "¡Qué buen rey hubiese sido si reinado hubiera!". Pero como no reinó... Desde este punto de vista creo que es preferible para la cultura un poeta sin ínfulas que hace lo que puede (¡y lo que debe!) a un "malogrado joven" de esos que todo lo tuvieron para realizarla, y no hicieron nada
Estas dos perlas de Amórtegui padre resumen existencias de diversos hombres y mujeres. Dos citas relacionadas con el tiempo, con la existencia y la voluntad de ser que es existir. Por ello, hoy, a 18 años del alumbramiento oficial, agradezco a mis amigos los Poetas en construcción de todos los rangos por la invitación al festejo. Los felicito porque el vástago ya tiene 18 y apenas empieza la verdadera responsabilidad.
Maestros Porfirio y Kuitlauak, ustedes ya sembraron un árbol, escribieron no uno sino muchos libros y apoyaron la escritura de otros tantos, ya tuvieron hijos —Kuitlauak más—, ya los orinó un perro y se niegan a la vasectomía con dos piedras. Felicidades y gracias por el conocimiento compartido. Hoy que intentamos integrarnos a las fuerzas básicas de los adultos mayores, recordemos a don Renato Leduc: “Vivir mucho es desacierto. Por eso una vez muerto, soy cabrón si me meneo”. ¡Salud!

martes, septiembre 07, 2010

Blog de Felipe Gaytán



Felipe Gaytán, pintor.

Este blog de Gaytán empieza con una ficha del propio. Hay que echarle un ojo a la colección fotográfica que alberga.

Pintor nacido en la ciudad de México, egresado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, licenciado por la UAM Iztapalapa en Letras Hispánicas, además de haber obtenido una maestría en la Académia de San Carlos. Actualmente pintor itinerante con la editorial VersodestierrO e integrante del Colectivo Morvoz. gaytan3000@yahoo.com.mx o felipe.gaytan.pintor@gmail.com

Tomado de:
http://felipegaytan.blogspot.com/

viernes, agosto 13, 2010

Ganarse la vida escribiendo cochinadas

Por Ricardo Medrano Torres


Escribí treinta y ocho historias porque debía escribirlas. Así debía ser y fue. Una mañana toqué a la puerta del Beto. Almorzamos milanesas con chiles en vinagre —¡qué pinches picosos los chiles esos!—. Luciano calentó las tortillas. Le encabronaba que el Beto le “sugiriera” que le “echara lumbre” al almuerzo. Le decíamos Luzyano por puro desmadre. A Luzy lo mató una beca: le entregaron un cheque por diez mil pesos en diciembre y en marzo ya estaba bien muerto. Se bebió hasta el último centavo. El Beto y el Luzy siempre fueron buenos cuates.

Empecé a visitar al Beto por el ambiente de su tiendita de los prodigios. Aún con sus anaqueles vacíos, ese changarro conservaba el aire nostálgico de épocas gloriosas. El Beto alzaba las manos al cielo y atrapaba rayos con sus dedos nerviosos, decía que así liberaba la tensión que le hacían abrir y cerrar las piernas, como soplándole al anafre. Daban ganas de ponerle un negocio de quesadillas y sopes frente a los tanates.

Platicábamos por horas: blues, Bukowsky, Miller, sebo, pelos y zorras...
—Vente para la casa, nos tomamos una coca grande, almorzamos, fumamos un chingo y echamos buen desmadre —así sonaba su voz a través del teléfono.

Yo no tenía chamba. Mis hijos estaban en la escuela primaria. Prefería compartir el almuerzo en casa del amigo. Él es el Bukowsky del barrio. Se ha declarado pornógrafo y es generoso como ya hay muy pocos. Hace más de dos años que no fuma. Hoy lo he visitado poco. Antes lo visitaba diario y juntos gargajeábamos la coladera de su patio.

Yo nunca había escrito pornografía, sólo era consumidor. El Beto colaboraba en una revista llamada "Los deseos de la cachorra" y me conectó con el editor. Esa mañana fuimos juntos a verlo. Mientras esperábamos frente a su departamento nos engullimos dos quesadillas de chicharrón cada uno en el tianguis del camellón sobre la avenida Plutarco.

El “Memochas” llegó puntual. Buen tipo. Buen aspecto. Particularmente tímido, si consideramos su trabajo de editor de una revista de humor erótico.

—Qué les invito. Hay agua mineral y agua natural.

—Gracias, acabamos de jamar en el tianguis.

—Me dice el Beto que escribes relatos. ¿Traes algunos? —rápidamente saqué de la bolsa del pantalón tres de mis cuentos. Planchó las hojas en el restirador. Avanzó en su lectura y soltó varias carcajadas. Se transformaba con cada palabra. A veces pienso que yo también me transformé escribiendo cachondeces—. Aquí tienes que hacerle algunos ajustes:

“—¡Puta!, qué feo huele –le dije mientras la erección empezaba a bajárseme”. No digas erección, di “el pirulí parado” o “el plátano”. Tú me entiendes. Métele desmadre.

Total, escribí treinta y ocho historias porque así debía ser, porque Cepillo y Lala comían e iban a la primaria de paga. Porque fue más de un año de estar en las reservas del talento nacional. Lo mejor de esta parte de mi vida es que conservo un libro con las historias y una gran amistad con el pornógrafo de Neza, mi carnal el Beto Vargas.

jueves, agosto 05, 2010

Que no callen los poetas, pléyade letras independientes


En un blog, cuya liga anexo al final, encontré esta información sobre un acto poético en Ixtapaluca que contó con la participación de Santos Velázquez de los Poetas en construcción, entre muchos otros amigos poetas.

Por Eduardo H. González

Que no callen los poetas, Palabras por la Fraternidad, fue el motivo para que el pasado sábado 31 de julio del año 2010 la Pléyade letras independientes llevara cabo el recital poético que sirvió como festejo por los dos años de divagar en torno de la poesía. El lugar, el Centro Cultural Trillas, enclavado en la Plaza Comercial Sendero Ixtapaluca, Edo. de México.

Convinieron y convivieron en dicho evento poetas representativos del movimiento literario actual: Adriana Tafoya y Andrés Cardo (Editorial Verso Destierro), Julio Huertas (Casa del poeta “Efraín Huerta”), miembros del Taller de Creación Literaria “Enrique Villada”, encabezados por el coordinador del mismo nombre y Nahum B. Zenil; Moisés Zurita (Director de la reconocida revista “Molino de Letras”), Noemí Luna García (Directora de la revista “Las Genaras”), Santos Velázquez (Poetas en construcción), Patricia Cervantes, Laura Hernández y Martrelli (Biblioteca itinerante “Amparo Molotla”) y poetas en solitario que hicieron acto de presencia. Asistieron también artistas plásticos allegados al grupo; entre ellos Felipe Galicia Almaraz e Inocencio Pérez Arellano.

Más de dos horas transcurrieron entre las distintas voces que se vertieron envestidas de metáforas. Periodo en que los asistentes degustaron de la diversidad temática que la lectura ofreció, y en el cual el grupo que celebraba aprovechó para presentar las cinco plaquettes que bajo el título Serpentinas de agua, colección de poesía para niños, han desarrollado en torno del taller de creación literaria que los reúne, y que se exhiben bajo los temas: Verstiario, La escuela, El circo, Los juguetes y Los niños.

De esta manera fue como Claudia Torres C., Alejandro Reyes Juárez, Salvador Ramírez (Raz-Bird), Aleyda García Lagunas –quien realizó una exposición plástica como marco al evento– y quien esto escribe, encontramos sentido al adagio que vertiera Octavio Paz en su concepción de la otredad: siempre buscamos reconocernos en el otro; al identificarnos en cada uno de los rapsodas que apoyaron la celebración, logrando con ello que la poesía se convirtiera nuevamente en un ingente motivo para compartir.

Tomado de: http://pleyadeletrasindependientes.blogspot.com/2010/08/que-no-callen-los-poetas-palabras-por.html fotografía de Aleyda García Lagunas

miércoles, julio 28, 2010

Poetas en Construcción (nota en línea)

Va la primera liga: Poetas en Construcción, grupo de creación literaria (fundamentalmente) de la tierra del Coyote.
Échense un clavado a esta nota, un poco vieja, pero que inicia el rompecabezas.
Saludos
http://www.cnca.gob.mx/cnca/nuevo/2001/diarias/jun/140601/tranelol.html

Libro dual de Santos Velázquez y Porfirio García

Esta otra nota es del Conaculta, acerca del libro dual de Santos Velázquez y Porfirio García, en el cual fungió como coordinador editorial su servidor. Mayores referencias, escriban.

http://www.cnca.gob.mx/cnca/nuevo/2001/diarias/jun/080601/tranelol.html

Liga crónica del cine Maravillas

Esta liga pertenece a una organización que publicó amablemente una crónica de un servidor, aunque con algunas muchas faltas de ortografía. La crónica habla del famoso Cine Maravillas de la colonia del mismo nombre en Nezayork.
Échenle un ojo en:
http://mx.geocities.com/nezavive/reporarteycultura.html

Festival de la Creación dedicado a Neza en el 2002

Nota del Conaculta acerca del Festival de la Creación dedicado a Neza en el 2002.
A la vista en:
http://www.conaculta.gob.mx/saladeprensa/2002/07jun/festival.htm

Homenaje al teacher Porfis


En un blog encontré este homenaje al teacher Porfis.

La liga es: http://davidwebb2024.blogspot.com/2010/02/porfirio-garcia-trejo.html

Este es un pequeño homenaje a mi gran Profe, "el de la mata antigua". No lo sabe(ni lo sabrá) pero fue quién me indujo al mundo de la literatura. Que buena la mala suerte que lo alejó de la carrera de medicina o biología.

Porfirio García Trejo (Cd. Nezahualcóyotl, 1957). La búsqueda perenne del poeta. El alto de recuento en los caminos. El desechar las cargas inútiles. El andar de la inteligencia poética sin culpas ajenas, pisándole la sombra. La esperanza de mirar el ojo de luz sin morir en el intento. La certeza de la vida como acto de voluntad, engrandecida en el filo siempre. El regreso a sí mismo para ser todos, y edificar la humano frente al sapiens.

Porfirio García estudió Letras Hispánicas en el UNAM. Comparte con otros poetas del Municipio, el crédito en la fundación del taller Poetas en Construcción, coordinado por el mismo de desde 1991. Poetas en Construcción ha sido un punto de reunión de creadores jóvenes que García, ha llevado de la mano por los umbrales del género. Y es así, porque además de sentirse comprometido con los movimientos sociales y culturales, Porfirio compromete a su poesía con aquéllos: carga harto difícil para el poeta de cualquier latitud del hemisferio. Él lo sabe, es el intento compartido con otros poetas que se dan cita en el Taller. Es, sin lugar a dudas, el escritor que más escribe y publica de los miembros de Poetas en Construcción, puede que así sea incluso, a nivel municipal: cuatro plaquetas, dos libros, además de una antología de cuento latinoamericano, y la compilación de poesía de Ciudad Nezahualcóyotl, nos da santo y seña de un escritor joven, bastante activo. Un manejo ágil del lenguaje presenciado por el lector de su poesía, esculpida a golpe de verbos y adjetivos, con la tierna violencia del que observa, piensa y sufre las convulsiones de su entorno, en el centro mismo de la vorágine. Leyendo Apenas siempre, se tiene la certeza de asistir a un proceso de maduración que augura productos de exportación, cosechados para el mundo, por la mano sensible del pensamiento garciatrejano.

Sus publicaciones en orden cronológico, son:

Antipoemas, (198) Ed. Xochipilli.
Ori-genes (1989) IPN
Apenas el amor (1990) CLETA
Desde el silencio (1992) Ed. Xochipilli.
Poemas en crisis (1993) Ed. Poetas en Construcción.
Poetas en Construcción, poesía de Cd. Nezahualcóyotl (1994) Ed. ENTE
Apenas siempre (1994) Ed. ENTE Antología de cuento latinoamericano (1995) Ediciones del Corso.

Mural-performance


Blog de Charcko digital arte con información del maestro Alfredo Arcos

Obra mural-performance del maestro Alfredo Arcos donde nos muestra al muralismo como vestimenta popular y callejera. El arte-acción como ejercicio colectivizado por la improvisación Freejazzera como método reflejo del cambio permanente.
Para su elaboración se utilizaron materiales diversos como: papel china, tinta china, ropa con diseños originales de artistas, resinas y mowilith.

Échenle un ojo a la siguiente liga de donde fue tomada esta información: http://charcko.blogspot.com/

El Beto Vargas tiene blog.


Échenle un ojo. La liga es: http://albertovargasiturbe.blogspot.com/2010/01/alberto-vargas-iturbe-el-pornocrata.html

Ahí viene la siguiente ficha:

Alberto Vargas Iturbe. Jungapeo, Michoacán, 1953. También conocido como el Pornócrata Mayor. Ganó la Beca de Escritores con Trayectoria, FOCAEM, Estado de México en 2008. Estudió Sociología en la UNAM. Fungió como editor de la revista Desmadre y El Escriba, ha publicado los siguientes libros: Una temporada en San Miguel Teotongo, Edición de autor, 1999; Historias lujuriosas, Espacios Literarios, 2004; Historias de mi otro yo, espacios Literarios, 2005; Miscelánea los Tarascos, Espacios Literarios, 2006; El Sexo me da Neza, Milenio reedición 2006. También ha publicado en Cofradía de Coyotes, La Coyotera Editores, 2007; Ardiente Coyotera, Cofradía de Coyotes, 2008. Hojas de verano Antología poética del taller Charles Bukowski, Ediciones las 2 Fridas, Casas del Poeta, EdipNeza, 2009. Ha compilado y editado los libros: Que el tiempo lo decida, Colectivo Entrópico, 2007; Aquí todos soñamos, Colectivo Entrópico, 2007; Bragas de la noche, Colectivo Entrópico, 2008 y Potrancas y Garañones, La otra orilla del deseo, Colectivo Entrópico, 2009; y la antología La Travesía, Colectivo Entrópico, Casas del Poeta y Fridaura, 2009.

Poemas de Julio Vulcano en "Poetas del mundo"


RAYO

Me elevo vigoroso
a través del aire,
me inserto en el sol,
abrazo a la tierra.
Sé que escuchas
la música de mi universo
y sientes el calor
de mi rayo,
que aletea en tu cintura.

CANGREJO

Corren las violetas
bajo las sombras de los árboles,
es tiempo del camaleón
en la hoja de la estrella,
ipso facto el... cangrejo.
Vienen a mi mente Medusa
los seres transparentes,
juegan el polen de mi espera.

SILENCIO PRÓJIMO

Te respeto en la arena
que lleva mi guitarra,
cada gajo a oscuras,
en la cima de la insolencia
ajo la esperanza en ruina
y se hunde en mi cadáver
de espuma y tiniebla
la luz de tu silencio.

Julio Vulcano

biografia:
Julio Vulcano
Escritor: poesía, cuento, novela y teatro; compositor: balada, trova, tango y blues; actor: Cía. Teatral Alfa y Omega, Neza. Varios viajes al interior de la república mexicana; a la Habana, Cuba y a Santiago de Chile, 1998 y 2006 respectivamente. Editor de libros y dos órganos literarios: FOTOSFERA [propio] y FLOR DE POLVO ]órgano literario informativo del GRUPO CULTURAL PORTAS EN CONSTRUCCÓN, Neza; Grupo al cual pertenece desde 1994. Estudio música en un colegio del INBA y cursos literarios, de composición y de actuación en diferentes instituciones. Pertenece al MUSEO COMUNITARIO DEL VALLE DE XICO, Edo. de Mex. Y...

juliovulcanopoeta@hotmail.com

Tomado de: http://www.poetasdelmundo.com/verInfo_america.asp?ID=5551

Acerca de mí

México, Estado de México, Mexico
01800duerme