miércoles, septiembre 29, 2010

¿No hubo festejo este año?

Este año ni nos enteramos si hubo o no festejo por los 19 años de los Poetas en construcción, pese a ello, me sumo al festejo con un texto que entregué, hace ya un año, al propio Porfirio García y a Kuitlauak Macías durante el festejo por la mayoría de edad del grupo.

Poetas en construcción

18 años de un barco que nació siendo cayuco


Al Porfis y al Kuik, tícheres y sin embargo amigos
Pescador, hermano mío: / si naufrago en tu ribera,/ si largo por fin el cabo.../¡no me sepultes en tierra!/ Escóndeme en un cayuco/ de esos que el ostión gangrena/ un cayuco carcomido/ de los que ya no navegan./ Escóndeme de la aduana/ y de sus guardas. Haz cuenta/ de que soy un contrabando/ que le pasa al mar la tierra.../ Colócame un caracol,/ grande, bajo la cabeza;/y por si los alcatraces.../cúbreme con una vela./ Luego, en la noche, al pescar,/ me remolcas mar afuera/y me olvidas bajo el cielo/que es una barca que sueña!/Antes, con letra de fardo,/le pones, por si lo encuentran:/"no hagáis caso de esta barca/que es lo que el viento se lleva"./Bajo este silencio azul/ yo me iré sin tanta pena.../ No se lo digas a nadie/ pescador, porque me entierran!
Octavio Amórtegui (1901-1990), Mar afuera

Hace algunos años —varios— en reunión celebrada en el auditorio del Centro Cultural Jaime Torres Bodet de Nezahualcóyotl, los Poetas en Construcción rendían homenaje a la memoria de uno de sus miembros: Octavio Amórtegui, hijo de un artista grande de la hermana república de Colombia, autor del epígrafe que inaugura estas líneas.
En aquella ocasión, la intérprete, cuentacuentos y amiga Juana Vázquez, pidió a quien esto escribe que dirigiera algunas palabras al desaparecido Octavio en presencia de familiares del fenecido Poeta en Construcción. Aquella ocasión no pude estructurar frase ni comentario. Sé desde siempre que la “palabra es arma cargada de futuro” y temí la desmesura del comentario equívoco o la pulcritud del asesinato a la memoria del compañero Amórtegui.
Hoy, haciendo referencia al caso del compañero Octavio y tomando un epígrafe de su padre, nacido el año uno del siglo pasado. Me refiero al segundo, en razón de haber encontrado en sus letras a mi cómplice existencial muerto en el 90 del siglo pasado, mientras yo establecía mis primeros contactos con los nacientes Poetas en construcción.
He de recordar que, de la dinámica de los Poetas, me resultó en su momento de mayor aprendizaje la carnicería verbal y el alegato iracundo de la radicalidad infundada que provocan las bebidas espirituosas , que las anémicas sesiones de galletas de animalito, té de limón y pizarrón de formaica con pasado de mesa de antecomedor del buen Porfirio.
La academia estaba lejos de encontrar algún resquicio entre aquel mar de voces con hambre de manifestarse y ser escuchadas. Porfirio no era el maestro, era el escucha con oído estéreo, la voz que pescaba al vuelo las ideas y comentaba con la rapidez que le permitía su buena memoria y su formación en Letras hispánicas. Sólo Kuitlauak tiene tres cerebros y se permite —como entonces— el lujo de escuchar el sonido ambiente, conversar, criticar y echar desmadre.
El taller de los Poetas inició en la calle 33 de la colonia maravillas cuando Porfirio rebasaba apenas los 30 años de edad. Hoy arrastra venturosamente más de medio siglo. Legalmente, se alcanza la mayoría de edad al minuto posterior de haber cumplido los 18. El grupo cumple 18 años y desde mucho antes de alcanzar su mayoría de edad se diversificó virtuosamente —como cualquier ser vivo— y se consolidó como un referente de transformación social en donde el arte (creación y promoción) hacen las veces de columna vertebral para el mejoramiento de una sociedad que abarca más allá de los límites de la municipalidad.
Porfirio García, Kuitlauak Macías, Armando Veladiz, Miguel Pineda y Alfredo Arcos impulsaron un barco que nació siendo cayuco. Tocará a Porfirio señalar los nombres de los marinos de menor rango que se hicieron a la mar con ellos. Muchos ya en otras embarcaciones, colectivas o personales, y ostentando distintos rangos.
En fin, que hablar de los Poetas en construcción es reflexionar acerca de su papel histórico, de su impacto social, de un nombre que en sí mismo ya representa una marca —no necesariamente comercial— y de una realidad palpable. Si Porfirio hubiera sabido del alcance de su proyecto de tesis, tal vez lo hubiera dado de alimento al camión de recolección de desechos por lo caro que resulta la manutención de un hijo tan voraz y absorbente.
Finalmente, quiero rememorar a Octavio Amórtegui padre, quien en su texto Mis primeros 70 años (Lecturas Dominicales de El Tiempo, Bogotá, 21 de febrero de 1971) hace algunas consideraciones importantes del hombre que confiesa que ha vivido:
• Escribo estas líneas desde mi retiro de México a donde acudí de nuevo por aquello de que la evasión es también una manera de rebelarse. Aquí ocultaré ese espectáculo deprimente de la vejez. ¿Pero es que en verdad soy viejo? Si lo estoy no lo siento. Envejecer es resignarse y yo soy de los que mueren con las botas puestas
• Se dijo de Hamlet: "¡Qué buen rey hubiese sido si reinado hubiera!". Pero como no reinó... Desde este punto de vista creo que es preferible para la cultura un poeta sin ínfulas que hace lo que puede (¡y lo que debe!) a un "malogrado joven" de esos que todo lo tuvieron para realizarla, y no hicieron nada
Estas dos perlas de Amórtegui padre resumen existencias de diversos hombres y mujeres. Dos citas relacionadas con el tiempo, con la existencia y la voluntad de ser que es existir. Por ello, hoy, a 18 años del alumbramiento oficial, agradezco a mis amigos los Poetas en construcción de todos los rangos por la invitación al festejo. Los felicito porque el vástago ya tiene 18 y apenas empieza la verdadera responsabilidad.
Maestros Porfirio y Kuitlauak, ustedes ya sembraron un árbol, escribieron no uno sino muchos libros y apoyaron la escritura de otros tantos, ya tuvieron hijos —Kuitlauak más—, ya los orinó un perro y se niegan a la vasectomía con dos piedras. Felicidades y gracias por el conocimiento compartido. Hoy que intentamos integrarnos a las fuerzas básicas de los adultos mayores, recordemos a don Renato Leduc: “Vivir mucho es desacierto. Por eso una vez muerto, soy cabrón si me meneo”. ¡Salud!

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