martes, mayo 24, 2011

Confesiones I

Ricardo Medrano Torres

Mientras terminan estos instantes
y el vaso agota sobre tus labios este recuerdo
tus manos de manzana zigzaguean hasta mis ojos
hoy tan ingratos y volubles como dos noches de desvelo.
El cigarro eleva su espíritu glorioso y tú y yo acampamos
en los mutuos silencios que propicia el desgano.
Ni las moscas quieren parasitar en nuestros rostros.
Estamos solos, ahumándonos como dos piernas de cerdo,
viejas y lóbregas, como dos papas retoñadas.
Es tan espesa esta tarde que la luz del foco ilumina
poco menos de los cien watts que promete.
Nadie ha cruzado esa puerta en años.
Es tan deprimente desayunar fuera y volver
sobre estos pasos otrora seguros.
Se cansa este caballo y la lengua ya no es la misma
sin la pelea constante contra el propio reflejo.
Pasan las horas y sólo queda el recuerdo de otros vasos, de otros besos,
de otra persona que duerme y ronca
bajo el pétalo perfecto de la calma adulta.



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